Siempre tengo mis dudas a la hora de recomendar series que sabemos que no van a volver. Más aún si son series que nos han dejado con ganas de más, series que no han tenido ni de lejos tantos episodios como se merecen. Porque, al fin y al cabo, todos sabemos lo que se sufre cuando nos enteramos de la cancelación de una serie que nos ha dado la vida. E, incluso cuando vamos sobre aviso, el darse cuenta de que no va a haber más episodios es un mazazo que no recomendamos a nadie. Pero aun así, a veces merece la pena y hay pequeños descubrimientos que merece la pena recomendar. Este es, creo yo, el caso de Cuffs.

Y vaya por delante una cosa: Cuffs no es una serie que haya reinventado la rueda. No es, tampoco, la mejor serie que os vais a encontrar jamás, ni algo excesivamente diferente a alguna otra cosa que hayamos visto antes. Pero eso no la hace menos entretenida, porque entretenida es un rato. Y, sobre todo, eso no le quita el mérito de conseguir que nos encariñemos fácilmente de todos y cada uno de sus personajes, invirtiendo emocionalmente lo suficiente en ellos como para que luego el golpe de saber que no tendrá segunda temporada se sienta de forma intensa.

La serie de BBC One gira alrededor de un grupo de policías y detectives de Brighton, siguiéndolos en su día a día, desde los momentos más simples y tontos de su trabajo hasta otros más complicados. Y, por qué no, dándonos un poco de sus vidas y relaciones por el camino. De una forma tan sencilla que consigue que nos sintamos como si los conociéramos de toda la vida.


Todo eso, como digo, no es necesariamente nuevo, pero está muy bien hecho y consigue que la hora de episodio se pase demasiado rápido. Que siempre nos quedemos con ganas de más. Qué leches, si hasta consigue que nos involucremos en los distintos casos, y que hasta vivamos intensamente las persecuciones en las que se ven envueltos episodio sí y episodio también.

Pero es que además no le cuesta lo más mínimo conseguir que nos encariñemos de prácticamente todos los personajes, en sus buenos y en sus malos momentos. Empezando por Jake, novato e hijo del jefe con muchas ganas de hacer bien las cosas pero no siempre las mejores habilidades para hacerlo, que es nuestro punto de entrada en la serie. Un personaje al que, por cierto, os reto a no querer, porque os va a resultar absolutamente imposible. Jake es básicamente la definición de amor. Pero esto es algo que se extiende a todos, incluso en momentos más o menos desagradables, incluso cuando nos muestran aspectos de ellos mismos de los que probablemente ninguno se sentiría orgulloso.

Y si bien resulta más fácil coger cariño a los policías de patrulla, empezando por Jake y Ryan, su compañero, y siguiendo con Lino y Donna, también entre los detectives se ganan nuestro cariño. Y así, la amistad de Jo y Carl se acaba convirtiendo en una de nuestras cosas favoritas, y todos los problemas de Felix hacen que acabemos necesitando adoptarlo (no, de verdad, con la colección de issues que tiene, sería digno hijo adoptivo del Reino).


De todos modos, Cuffs aún tiene otra cosa que la convierte en un must. Y es que consigue incorporar diversidad, a través tanto de varios personajes y tramas LGBT+ como de personajes de distinto origen étnico y de distintas religiones, de una forma que en ningún momento resulta forzada. De una manera que, de hecho, resulta tremendamente natural, y eso siempre se agradece. Porque al fin y al cabo no está mostrándonos más que una ventana a la realidad. A través de la ficción, sí, y con tramas propias de la misma, pero con un fondo que resulta tremendamente reconocible, en el mejor de los sentidos.

Todo esto dicho, repito que Cuffs no reinventa la rueda. Pero sí que es una serie muy recomendable y muy entretenida. Y una serie que, si le dais una oportunidad, os va a obligar a indignaros por su cancelación en cuanto acabéis sus ocho episodios. Porque de verdad que deja con muchísimas ganas de más.