Otra vez nos han vuelto a invadir los marcianos. Bueno, más o menos. Para ser exactos, no son marcianos. Son extraterrestres llegados de un planeta muy muy lejano, muy desconocido para nosotros y, a la vez, muy familiar. Por otra parte, tampoco es una invasión. O no del todo. Pero no adelantemos acontecimientos explicándoos de más. Hoy he venido aquí a recomendaros Childhood’s end y, de paso, a pediros perdón por ello.

No, no es una mamarrachada de esas que nos encantan en el Reino. Esta es una serie seria. Una de ciencia ficción en toda regla, de alienígenas y humanos, con hasta cierta reflexión y crítica encubierta. El perdón, por tanto, no os lo pedimos porque  estemos ante Under the dome II, sino porque la serie, al final, no es tan buena. Es normalilla. Y entonces, ¿por qué os la recomendamos? Pues porque el final del primer episodio (de los tres que tiene) es BRU-TAL. Pero vuelvo a adelantarme.

Childhood’s end es una serie de SyFy basada en un libro de mismo nombre por lo que, si habéis leído el libro, seguramente podréis ahorrárosla. Si no, os sorprenderá la extraña invasión de los «súperseñores» que han venido para quedarse pero, sobre todo, para hacernos felices.

Aquí, aparcando el avión. Justito, pero entra.

Sí, habéis leído bien. Estos extraterrestres no son lagartos que comen ratones en la intimidad. Son seres que han decidido devolver la paz a la humanidad, dotarnos de salud y justicia y jubilar nuestros ejércitos. Lo único que «piden» a cambio es dejar en el suelo cualquier objeto volador humano. Y digo «piden» porque se limitan a que todos los aviones, avionetas y similares desciendan a tierra y punto pelota. Vienen de buen rollo pero tampoco se paran a preguntar. Un poco como una madre.

¡Anda! Mira qué acertado lo de la madre. Me ha salido así de natural y resulta que me viene perfecto para explicar que, aunque hable de ellos en plural, aquí solo ha venido un alien. Todas las naves que hay sobre las ciudades del mundo son de este mismo ser que se identifica como el «supervisor» de la tierra. O sea, nuestra madre de otro planeta.

Pero es una madre mejorada porque tú a tu madre la ves venir, pero este extraterrestres se esconde. De hecho, para dirigirse a nosotros, comunica su mensaje a su portavoz en la tierra, con el que también habla a través de un espejo. Siempre escondido, sin dar la cara. Es el Rajoy de los aliens, para que te hagas una idea.

¿Y la europea?

¿Y quién es el portavoz de los superseñores? Un traumado granjero interpretado por Mike Vogel que se debatirá, al igual que el resto de humanos, entre ayudar o no a estos extraterrestres. Los nostálgicos de Under the dome (si es que eso puede existir) disfrutarán viendo cómo aquí Barbie saca su lado más tierno mientras sigue sufriendo por amor.

La serie nos cuenta cómo influye en distintos personajes esta pacífica invasión que, aunque solo dura tres capítulos, se alarga durante decenas de años, con salto temporal incluído entre capítulos. Tiene tramas mejores y tramas peores. Da la sensación de que se va desinflando según va avanzando pero, como ya os adelantaba, el final del primer episodio creo que lo compensa. Es algo así como la escotilla de Lost. Un giro que marca no solo lo que has visto y verás, sino incluso lo que has vivido. Y es que lo fantástico de Childhood’s end es que es bebe genialmente del imaginario colectivo para usarlo en nuestra contra.

No es la mejor serie del universo, pero nunca está de más echarle un ojo. Palabrita de pantalla de plasma.