Si por algo se caracteriza Westworld, es por su facilidad para dejarnos con la boca abierta. Ya lo vimos con el impactante final de la primera temporada, cuando los anfitriones se rebelaban a punta de pistola contra sus huéspedes.
Si en la primera temporada ya vivíamos en un caos temporal, en esta segunda temporada la sensación se ha acrecentado. El pasado, presente y futuro se han entrelazado en cada capítulo, abriendo un gran número de interrogantes.
Según ha comentado Lisa Joy en el preestreno del último capítulo en Madrid preparado por HBO España, la idea era crear un puzzle que los fans pudieran ir resolviendo pista a pista aún antes del último capítulo, cuando todo vuelve a un único punto temporal. Para Jonathan Nolan, cada temporada se prepara de forma independiente, quedando todo completamente cerrado.
Las mujeres de la serie, encabezadas por Maeve y Dolores, pero sin perder de vista a Charlotte Hale, han tomado el control de la temporada. El matriarcado que tardó más de cinco temporadas en Game of Thrones, solo ha necesitado una en Westworld. William y Bernard, aunque aún relevantes, se encuentran perdidos en un mundo que ya no les pertenece.

Por mi hija MA-TO
La Forja, la Puerta, la niña y el mundo exterior
Westworld es una serie de búsquedas. Si bien la primera temporada se caracterizó por una búsqueda interior, del mismo sentido de la existencia, en esta segunda temporada se trata de una búsqueda externa y mucho más concreta.
Dolores (Evan Rachel Wood) busca a su padre y busca La Forja. Maeve (Thandie Newton) busca a su hija. Los anfitriones, encabezados por Akecheta (Zach McClarnon), buscan la Puerta que les llevará a una existencia feliz, lejos de los huéspedes. Teddy y Hector no son más que los seguidores ciegos de Dolores y Maeve, respectivamente.
Al final, es también una fábula sobre escapar. Sobre escapar y sobre el precio que hay que pagar para ello. Mientras que a Dolores no le importa pagarlo, Maeve decide anteponer la felicidad de su hija. Para Lisa Joy, Maeve representa la parte más humana de la serie. Se trata de alguien que aún sabiendo que su amor es parte de su programación, decide luchar por él aunque le cueste la muerte, en vez de escapar y saciar su sed de venganza.
En La Forja tiene lugar la gran revelación de la segunda temporada de Westworld. Los humanos somos tan predecibles como los anfitriones. Toda nuestra vida puede reducirse a un simple algorítmo informático. Una predestinación de la que William trata de huir sin éxito desesperadamente.
La otra gran revelación, de mitad de temporada, termina siendo lo de menos. El verdadero propósito de Westworld era copiar la psique humana para crear la inmortalidad. Una idea que ya vimos desarrollada en Black Mirror y su San Junípero.
Una tercera temporada completamente diferente
El final de la segunda temporada ha dejado en pie lo que será la nueva temporada de Westworld. En ella, el mundo real tendrá aún un mayor protagonismo. Si hasta ahora solo habíamos visto el mundo exterior en los flashbacks de los protagonistas, a partir del próximo año será una parte -quizá la más importante- fundamental de la trama.
Será desde el exterior donde la falsa Charlotte Hale, la nueva Dolores y Bernard traten de aniquilar a la población. Todo parece indicar, por otra parte, que Maeve será reconstruida en el parque.
De entrada, parece que nos enfrentamos a un clásico humanos VS máquinas. A diferencia de Matrix o Battlestar Galáctica, parece que nos será más fácil empatizar con nuestros verdugos.
Si la primera temporada era una búsqueda interna y la segunda una externa, la tercera parece que dará lugar a la batalla. Sabemos quiénes somos, sabemos qué queremos, vamos a por ello. De momento, tendremos que esperar para comprobarlo.
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