Actualmente la quinta temporada de Game of Thrones sigue su curso, arrasando, siendo la comidilla de foros, blogs y, en general, de todo el mundo. Es la época para escribir sobre la serie; pero no todo va a ser bueno. Hoy, tengo intención de lanzar a los perros a uno de los personajes más aclamados de la serie de HBO. Va a suponer mi linchamiento pero, de algo hay que morir, ¿no?

Así es: no soporto a Daenerys Targaryen. También conocida como Daenerys de la Tormenta, La que no Arde, Rompedora de Cadenas y Madre de Dragones. O, como también la conoce el pueblo llano, “la Khaleesi”. ¿Que por qué no la soporto? Esto va a ser largo…

Game of Thrones, al igual que la obra original en la que se basa, se jacta (no sin motivo) de haber creado un entramado de tramas y personajes muy complejo, no sólo por la cantidad de elementos diferentes que contiene, sino por la profundidad de sus personajes. Dichos personajes tienen gran cantidad de matices significativos y de motivaciones particulares, lo que les da una gran riqueza y evita la manida clasificación entre buenos y malos. Y entre toda esa maraña de personajes complejos, tenemos a Daenerys, una muchacha que no sabe nada (al contrario que Jon Nieve, aunque no dejen de repetírselo al pobre) del mundo en el que vive y aun así pretende erigirse como su nueva reina y salvadora.

¿Que me haga la enfadada? ¿Así está bien?

¿Que me haga la enfadada? ¿Así está bien?

Se trata de una niña que tiene una visión sesgada de la realidad, la justicia y el bien, y cuyo único objetivo aparente es acabar con la esclavitud y la injusticia a todo coste. Y digo aparente porque sé que planea ir a Poniente a reclamar su trono, pero a este paso llegará cuando los Caminantes no hayan dejado ni una mosca con vida. Daenerys es un triste proyecto de reina cuya política principal se basa en el populismo. Ella entra en una ciudad con todo su papo y dice “aquí se acabó la esclavitud, hombre ya”. Mata esclavistas, libera a los oprimidos y se pira. No hace falta ser muy listo (de hecho lo veo hasta yo, que de política sé más bien poco) para saber que un sistema socio-político basado casi enteramente en la esclavitud se hunde en la miseria cuando se destruye dicha base de golpe sin construir otros cimientos para que la ciudad prospere, pero eso a Daenerys se la sopla. Ella ya está de camino a la próxima ciudad a liberar los esclavos, sumando cada vez más bocas hambrientas a su séquito, sin preocuparse de nada más.

Con Meereen parece haber aprendido la lección y decidió hace tiempo quedarse a gobernar para no liar la que lió en las ciudades anteriores, donde nada más irse ella todo se vino abajo para los que se quedaron. Y cuando por fin parece que deja de gatear para empezar a andar, ¿qué nos encontramos? Tediosas e interminables reuniones con su consejo y sus ciudadanos. Porque esa es otra, sin sus consejeros no es nadie. Necesita estar constantemente recibiendo ayuda de Daario, Barristán y cía, que son los que van mostrándole poco a poco lo difícil que es gobernar cuando te niegas a ver los grises inherentes a toda sociedad y ámbito político. Pero le cuesta, le cuesta, estamos en la quinta temporada y sigue sin bajarse del burro y abrir los ojos a cómo son las cosas. Le piden que abra las arenas de combate para relajar tensiones y mantener la única tradición que puede unir mínimamente los ex-esclavos y sus ex-dueños, pero eso a ella le da igual. “He dicho que no, y es que no; hale, a la cama”. De hecho, si hay un motivo por el que su trama esta temporada me entretiene más que en las anteriores, es por ver las hostias que le van metiendo en ese ámbito, y por ver si por fin empieza a aprender algo.

¡Cómo que no sé actuar! ¡Mirad qué registros!

¡Cómo que no sé actuar! ¡Mirad qué registros!

En otro orden de cosas, tampoco aguanto a Daenerys porque es un personaje creado (al menos en la serie) descaradamente para gustar. Y no hay nada de malo en crear personajes para que sean molones, pero la clave está en qué los hace molones. Tyrion, por ejemplo, gusta a todo el mundo porque tiene labia, porque tiene un humor cínico y sin límites y, a la vez, es astuto e inteligente; sabe cómo funciona el mundo y lo usa a su favor. Eso está bien. En cambio, la “molonidad” de Daenerys se basa en características totalmente secundarias o ridículamente obvias. Para empezar, está el tema ya mencionado del maniqueísmo: es la salvadora, la libertadora de esclavos, la más buena entre las buenas. Su mensaje (o, más bien, su método) es simplista y superficial, y por eso triunfa. Es más difícil encumbrar a un personaje lleno de claros y oscuros como Jaime, que en una escena te hace pensar “pues no se le ve tan malo” y en la siguiente piensas “qué hijo de puta” (aunque ya de por sí sea absurdo sentenciar la personalidad de un personaje en base a extremos absolutos). Sé que uno de los enfoques que quieren dar al personaje es el del empoderamiento femenino en un mundo cruel hecho por y para hombres (o al menos uno de los motivos por los que el personaje y su trama triunfan tanto), pero la verdad es que en ese aspecto me parece mucho mejor desarrollada la personalidad de Arya (aunque su fortaleza y evolución tengan un por qué más personal e individual) o incluso la de Brienne la cansina.

Por otro lado, sus propios diálogos gritan a los cuatro vientos “¡eh, miradme, soy la mejor!”. La mayoría de sus frases son diálogos aparentemente épicos y grandilocuentes, o sentencias lapidarias continuas. Esta es, de nuevo, una de las maneras más fáciles y simplonas de poner a un personaje la etiqueta de “puto amo” y, al igual que el punto anterior, resulta irritante por la facilidad con la que tantísimos espectadores se dejan llevar por algo tan obvio. El tráiler de esta temporada incluía un discurso de Daenerys donde expone que la política de Poniente es como una rueda, y cada casa de Poniente (Lannister, Stark, Tyrell…) como un radio de esa rueda. “Voy a romper la rueda”, afirma. ¡Pero cómo vas a romper la rueda si no sabes ni llevar las riendas del carro! Bueno, si el carro es Poniente, seguramente lo estrelle.

Te estás pasando, ¿eh? Mira, hasta me has hecho mirar a cámara.

Te estás pasando, ¿eh? Mira, hasta me has hecho mirar a cámara.

Ah, bueno, y me olvidaba de que tiene dragones, que eso también mola mucho. No importa que los tenga casi de casualidad porque se los regalaron y que por tanto no sea algo meritorio del personaje en sí, tiene dragones y los dragones son la leche.

Y para rematarlo todo, Emilia Clarke me parece una actriz limitadísima por decirlo suavemente, cuyo registro no encaja con el “putoamismo” que quieren atribuir al personaje (como puede verse también en los tráilers de la película Terminator Genesys, donde Clarke no pega ni con cola). Su expresión constante de colegiala ingenua no cambia por mucho que esté gritando consignas en pos de la justicia. Las pocas escenas de verdadera fuerza y poder que ha tenido en la serie (aquella en la que se apodera de los Inmaculados, por ejemplo) se vienen abajo por sus pocas aptitudes para conferir a esas escenas la fiereza que necesitan. Todo eso por no mencionar las constantes rabietas infantiles y caras ridículas que pone capítulo tras capítulo y que adornan este artículo (la escena de la segunda temporada donde gritaba “¡Dónde están mis dragones!” ha hecho historia).

¡Pues ahora no respiro! =(

 

En conclusión, hay muy pocas cosas del personaje de Daenerys Targaryen que me resulten soportables, y mucho tendría que cambiar la cosa esta temporada para que eso no sea así. Si estas han de ser mis últimas palabras en este mundo, al menos moriré tranquilo cuando la horda de fanáticos de esta muchacha venga a lincharme por profanar a su reina. Salve Stannis, el único y verdadero rey de Poniente.