La época del Peak TV nos ha dado muchas cosas maravillosas. Aparte del agobio constante por tener más series que horas en el día, ha servido para hacerles hueco a series que de otra manera jamás habrían podido existir. Voces, personajes e ideas que de otra manera jamás habrían tenido una plataforma. Cuando se trata de jugar al más y más y cada vez más, y cuando cada cadena quiere entrar en el juego de las series, al final acaba habiendo unos mil huecos distintos que rellenar. Y en esos huecos se han colado todas estas series que nos han dejado hablar de la importancia de la diversidad.
Y con ellas, aparecieron todas las conversaciones sobre lo bonito e importante que era eso de la diversidad. Cómo era una gozada que por fin hubiera algo de representación LGBT+, que las mujeres empezaran de alguna forma a tener su propio papel definido por ellas y no desde el punto de vista del hombre. Que perspectivas de personas de color empezaran a hacerse hueco en series dirigidas a un público relativamente amplio. Qué leches, hasta la diversidad funcional empezaba a ser algo de lo que empezábamos a ser un poquito (pero solo un poquito) conscientes.
Obviamente, aun en nuestros mejores momentos, el progreso que se ha hecho en este sentido aún es solo un paso, solo el principio de todo lo que hay que hacer. A pesar de lo que digan algunos, para los que por lo visto no tenemos nada de lo que quejarnos porque ya nos han dado todo, esta diversidad que estamos viendo en televisión desde hace unos años no deja de ser más que el mínimo indispensable. Pero algo es algo. Y es un algo del que podíamos sentirnos orgullosos.
El problema es que, con las últimas cancelaciones, veo cada vez más claro que se va a cumplir algo que llevo bastante tiempo temiéndome. Y es que cuando la burbuja seriéfila estalle, van a ser esas voces, esas voces que representan toda esta diversidad, las primeras a las que se les va a enseñar la puerta.
Ese estallido de la burbuja, ese fin del Peak TV, conste que creo que aún no está aquí. No, este año tenemos más series que el año pasado, y no me extrañaría que el año que viene ese número siga creciendo. Pero lo cierto es que ahora ya sí que podemos ver un final a lo que antes nos parecía una subida casi constante. Lo vemos en esas cadenas que han decidido que igual la jugada de entrar en ficción no les salía rentable (véase WGN, A&E o incluso el giro que está dando MTV), y lo vemos en el hecho de que Netflix haya empezado a cancelar cosas, algo con lo que hasta hace unos meses todo el mundo hacía chistes. Y es normal, ese boom que estaban teniendo las series no iba a mantenerse de por vida. No íbamos a seguir subiendo de forma continua hasta el fin de los días. Y ahora ya podemos empezar a verlo de forma clara y no como una idea abstracta para el futuro lejano.
Y con ello, nos llega el momento de preocuparnos más que nunca por todos esos pequeños pasitos en la representación de la diversidad que habíamos ido dando. Antes de que salte alguno, por cierto, voy a dejar clara una cosa: no creo que se cancele, o se abandone ese interés por la diversidad, desde la homofobia, el machismo, el racismo o el capacitismo. No de forma directa. Habrá excepciones, probablemente, pero no creo en absoluto que la mayor parte de estas decisiones de abandonar este enfoque venga de ahí. Pero no quiere decir que no esté relacionado con ello.
Me explico. La palabra clave en todo este tema de lo que nos interesa o no mantener en antena (o en streaming, o en lo que sea) es “rentabilidad”. Aquello que salga rentable será aquello que se mantenga, ni más ni menos. Y de acuerdo, saquemos de la conversación a series como Sense8 o The Get Down que, a pesar de ser tan importantes y tan fundamentales y de que sus cancelaciones hayan dolido como una bofetada, el hecho de que cada uno de sus episodios dé como para comprar un país pequeño influye también. De acuerdo pues, las sacamos de la conversación (aunque no las olvidamos, que siguen siendo tremendamente importantes).
El problema es que la diversidad, en general, va a partir siempre en desventaja. La diversidad no es rentable, no por sí misma, sino por el punto de vista desde el que nos la siguen vendiendo. Y por ello, las series que la muestran tampoco lo van a ser, van a partir siempre en absoluta desventaja. ¿Por qué? Pues por una sencillísima y perversa razón: nos hemos acostumbrado a ver cualquier ficción que piense en la diversidad como algo de nicho. Algo para unos pocos, para las minorías. Y mientras entendamos diversidad como algo de nicho, jamás va a poder ser rentable.
Hemos asumido, porque es lo que nos ha tocado tragar durante décadas, que la experiencia del Hombre Blanco Heterosexual (cis y sin discapacidades, obviamente) es la experiencia general. Es una experiencia en la que todos podemos vernos reflejados. Es lo que hemos tenido siempre, y todo el mundo sabe que cuando nos quejamos es por vicio. Y como es lo que hemos tenido siempre, aquello destinado a “todos los públicos” nos mostrará exactamente eso.
De toda la vida se ha dado por hecho que las minorías no deben tener ningún problema en empatizar con ese tipo de historias y personajes. Pero cuando le damos la vuelta, cuando incorporamos personajes LGBT+, personajes con diversidad funcional, personajes de distintas razas y mujeres no escritas desde el prisma de un hombre, el Hombre Blanco Heterosexual* se queja de no poder empatizar. Son historias que no están escritas para él. Son historias para unos pocos. Y son historias con las que no necesita buscar qué elementos tiene en común, porque nunca se le ha pedido que lo haga. El Hombre Blanco Heterosexual nunca ha tenido problema para verse reflejado en los personajes de la ficción que consume, porque la gran mayoría de esos personajes eran él. Y lo siguen siendo. Y cuando a los demás se nos dan las migajas, el Hombre Blanco Heterosexual se siente dado de lado, o decide que para qué va a molestarse en intentar empatizar con estas realidades si total ya tiene otras trescientas a las que acceder sin ningún tipo de esfuerzo.
Así, cuando todas estas series en las que la diversidad ha ido creciendo delante y detrás de las cámaras, se encuentran al fin y al cabo en los márgenes, son las primeras a las que se les dará la patada. Y con ello, nos toca echarnos a temblar por lo que esto significa. Porque sabemos perfectamente lo importante que es la representación, por qué duele, y duele de verdad, cuando cancelan series donde por una vez en tu vida has visto tu experiencia reflejada. Si no sabes de verdad cuánto duele, o si no eres capaz de entenderlo, enhorabuena. Tienes la suerte de haber tenido acceso a la representación de tu experiencia en toda la ficción que consumes desde siempre, y a todo el mundo le parece normal.
Pero muchos no hemos tenido esa suerte. Y cuando aquello que ves te dice que eres un bicho raro, que tu experiencia no es algo que otros compartan, que, al fin y al cabo, no eres bienvenido, duele. Y tiene unas consecuencias negativas de las que muchas veces cuesta salir. Ese asumir que lo normal es la experiencia del Hombre Blanco Heterosexual (cis y sin discapacidades) sí que es adoctrinamiento, y uno terriblemente dañino.
Por eso, cuando nos paramos a pensar en lo que puede significar el potencial estallido de la burbuja seriéfila para toda esa diversidad que hemos conseguido, esta perspectiva nos da miedo. Porque si no tenemos cuidado, si no nos molestamos en hacer un esfuerzo por conseguir que toda diversidad deje de verse como algo “para unos pocos”, lo que pasará será que veamos caer exactamente las series que más necesitamos.
*Antes de que me lluevan los #NotAllMen, sí, sé que tú, hombre blanco heterosexual específico, puedes empatizar con personajes que no son tú. Enhorabuena, toma tu pin. Pero que tú seas capaz no elimina la situación general.
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