Me pasó el otro día que estaba viendo el final de Switched at Birth y me iba dando cada vez más y más pena. No por el final en sí, conste. Porque después de una temporada que no parecía para nada la última por cómo iban sacando más y más tramas de la nada, el final fue bastante perfecto. El último episodio de la serie es exactamente lo que todos necesitábamos, fue Switched at Birth en estado puro. Y personalmente a mí me hizo especialmente feliz por ver a Bay elegir a Bay por fin. Y, como alguien que ha sentido en sus propias carnes el rechazo directo con el que se encuentra Daphne en su entrevista para unas prácticas, verla citar la ADA y poner al capacitista de turno en su sitio me hizo emocionarme. No, no me dio pena por el final en sí, sino porque de golpe fui del todo consciente de lo que ha sido esta serie para mí. Lo que he conectado con ella.
Cuando hablamos con cualquiera de nuestras series imprescindibles, de todas esas series que de alguna manera nos han marcado y que pondríamos en nuestro panteón de series importantes, hay unas cuantas que casi siempre aparecen. Switched at Birth no es, en cambio, de esas series que más de uno espera ver ahí arriba. Y, sin embargo, ha sido muchísimo. Para mí, y supongo que no soy la única.
Por casualidades de la vida, ha coincidido que Switched at Birth es una serie que ha vivido conmigo una serie de momentos y transiciones importantes. Y que me ha llevado de la mano por ellas, me ha hecho entenderlas mejor. Switched at Birth es una serie que empecé sin grandes expectativas, que pensaba que estaba hecha para mí simplemente porque a mí me das una serie de adolescentes y me haces feliz. Y, sin embargo, lo que empezó como una serie de ABC Family (sidenote: sigo sin acostumbrarme a Freeform) con toques de película de sobremesa de Antena 3, ha acabado siendo, como digo, una serie que probablemente va a tener su lugar en mi panteón de series particular durante el resto de mi vida.
Switched at Birth ha sido esa serie que sin dejar de ser un drama adolescente ligero, ha hablado de discapacidad de una forma que muy pocas series lo hacen. Y justamente ha coincidido que es una serie que llegó justo cuanta más falta me hacía. A mí, personalmente. Ha sido una serie que me acompañó durante todo un proceso diagnóstico con no pocos momentos complicados, y escenas y personajes concretos (por ejemplo, Noah, el personaje interpretado por Max Lloyd-Jones en la segunda temporada) que pueden parecer poca cosa, acaban significando un mundo cuando te dicen que lo que sientes es algo perfectamente normal.
Pero más allá de eso, Switched at Birth ha sido una serie que siempre se ha enorgullecido de la discapacidad, que la ha entendido, la ha abrazado y nos ha querido mostrar muchas de las cosas más positivas e interesantes que hay en esta comunidad. Más concretamente, Switched at Birth ha hecho mucho por introducir al público adolescente a la cultura sorda, pero no se ha limitado a eso. Es una serie que ha querido mostrar la diversidad dentro de la discapacidad. Que no somos una sola persona estándar, con una sola idea. Y con eso, nos ha dado momentos IMPORTANTES, así, escritos con mayúscula. Como, por ejemplo, esa escena en la tercera temporada donde Daphne contrastaba su experiencia sobre su propia discapacidad con la experiencia de su compañero de trabajo, interpretado por RJ Mitte. O esa trama donde Toby y Lily se enfrentaban a la idea de tener un hijo con síndrome de Down, y lo que esta conversación significaba, por ejemplo, para alguien como Daphne.
Sobre todo, de todos modos, Switched at Birth es una serie que lo ha hecho casi todo mejor a través de los pequeños momentos, del día a día de sus personajes. Muchos de ellos, por cierto, interpretados por actores con discapacidad, algo que debería ser la norma, pero que no lo es en absoluto. Con ello, es una serie que me ha hecho a mí, ya pasada la adolescencia, entender y no ya aceptar, sino abrazar mi propia discapacidad. Y si ha significado tanto para mí, no puedo expresar adecuadamente con palabras lo importante que puede ser para alguien que se encuentre además en la misma edad que sus personajes.
Todo esto lo ha hecho, además, mientras se atrevía a experimentar y a intentar hacer cosas nuevas. Y así fue, de hecho, cómo consiguió colar uno de sus episodios entre las curiosidades más interesantes de los últimos años cuando en la segunda temporada hicieron un episodio estupendo que además estaba íntegramente en lengua de signos.
Pero más allá de todo esto, Switched at Birth ha sido una serie entrañable, que quería a sus personajes como si fueran de su propia familia, y que nos invitó temporada a temporada a formar parte de ella. A vivir sus dramas y sus alegrías con ellos. A reírnos, y a shippear, y a veces a sufrir un poco. Ha sido una serie simpática, de esas que transmiten al mismo tiempo ganas de ser mejor persona, de abrazar a sus personajes y, a la vez, de querer arrearles unas pocas collejas. No ha sido una serie perfecta, ojo, ni lo ha intentado ser. Con sus momentos dignos de “Very Special Episode” o su incapacidad de dejar a las pobres chicas solteras durante más de dos episodios (porque madre mía, cómo vamos a dejar que su vida no gire alrededor del chico de turno. Aunque como digo, la decisión final de Bay es igual por eso todavía más importante), Switched at Birth ha sido durante sus cinco temporadas una serie irregular. Pero absolutamente perfecta en su imperfección. Que se ha preocupado por sus personajes, que los ha dejado crecer. Que nos ha hablado de discapacidad, sí, pero también de comunidad, de formar parte de algo. Y que creía de verdad en lo que nos estaba contando.
Y todo eso no es poco. Y en algunos casos, ha significado mucho. A mí, ya os digo, es una serie que me ha ayudado mucho, y también es una serie que, más allá de eso, he vivido mucho. Y por todo esto, solo me puedo despedir de ella diciendo GRACIAS de todo corazón por todos estos años.
Puedes ser el primero en comentar :)