Después de años viendo Downton Abbey, he construido la teoría de que Fellowes utiliza a algunos de sus personajes como muñecos de vudú. Pensad en ello por un momento, ¿a que tiene sentido? Solo así podemos explicar todas las cosas que le ha hecho a la pobre Edith a lo largo de las temporadas. Y más prueba todavía de que ciertos personajes de Fellowes son sus muñequitos de vudú particulares es el pobre Thomas, que nos hace preocuparnos seriamente por el pobre desgraciado al que represente.

Porque no hay mayor víctima en esta serie que Thomas Barrow, que a cada escena hace que se nos parta el corazón y que la necesidad de atravesar la pantalla y abrazarlo muy fuerte sea absolutamente imposible de evitar. Bueno, eso y la de necesitar coger una motosierra y atacar a todos los que le hacen daño. Que son todos, porque en Downton Abbey son todos una panda de desagradecidos que se merecen todo lo peor que les pase, así hablando con sinceridad.

Que sí, que entendemos que Thomas no empezó precisamente bien. Al fin y al cabo, su papel durante la primera temporada fue la del recurso tan manido del villano de culebrón. Pero hace muchas temporadas que Thomas no es eso, y el hecho de que todos anden obligándolo a arrastrarse y seguir pidiendo perdón mientras lo pisotean (sin pedir perdón todos los demás, claro, porque ellos son LOS BUENOS) es simplemente inaceptable. Igual que lo es el hecho de que la propia serie pretenda que nosotros mismos lo sigamos viendo como EL MALO que debe redimirse. Bitch, please.

Porque es que encima, hasta las cosas por las que le obligan a pedir perdón son inaceptables. Al fin y al cabo, a Thomas lo han villanizado por ser ambicioso. Por, al fin y al cabo, sacar las uñas por conseguir sus objetivos en el trabajo. Y se lo critican y se sienten muy moralmente superiores esos seres absurdos como Bates, mientras dejan bien claro que hay cosas más importantes en la vida, como, no sé, la familia o algo así. Dejemos un poquito de lado, entonces, el hecho de que al pobre Thomas esa opción se le cierra completamente (como ya se encargan todos de recordarle cada vez que tienen ocasión), con lo que es lógico que se vuelque en conseguir lo máximo posible en el trabajo a través de la ambición. Una ambición a la que siempre le ponen zancadillas, por supuesto. Pero luego es más fácil criticar desde la falsa superioridad moral de ciertos impresentables, claro.

De todos modos, ese no es el único Thomas. Y cualquiera que haya visto la serie lo sabe. Porque otra cosa no, pero Thomas tiene un instinto protector hacia aquellos a los que les hacen daño injustamente (como él, vamos), hacia otros pobres incomprendidos, que a veces resulta tremendamente demoledora, especialmente cuando acaba funcionando en su contra. Lo que viene siendo siempre, claro, porque ya sabemos que es tan probable que a Thomas le salga algo bien en la vida como que Ryan Murphy haga una serie con un mínimo de coherencia. Verlo cuidar del soldado ciego en la segunda temporada, y verlo sufrir, porque por supuesto, la principal ocupación de Thomas en la vida es sufrir, fue demoledor.

Y es que sí, si necesitabais una prueba más de por qué Thomas es digno hijo adoptivo de nuestra maravillosa familia disfuncional, nada más que tenéis que ver en él ese instinto tan estupendo de adoptar a los pobres incomprendidos. Qué leches, si hasta salvó a Edith, otra de nuestras hijas adoptivas, de convertirse en Edith a la barbacoa. Definitivamente, es una de las adopciones más claras y más naturales que hemos hecho jamás en el Reino. Porque Thomas es uno de nosotros, porque Thomas no se merece sufrir y porque como lo dejemos con esa panda de impresentables que lo rodean, no dejará de sufrir nunca. Nosotros le daremos todo el cariño que Fellowes le ha negado, le daremos todos los abrazos que se ha ganado. Le buscaremos un novio. Llamaremos al Doctor para que nos preste su TARDIS y nos lo lleve a la época que de verdad se mereció vivir, porque todos sabemos que ahora mismo Thomas se estaría quitando pretendientes con quitamoscas.

El caso, bienvenido a la familia, Thomas Barrow, que aquí sí te queremos tal y como eres.