Si había una serie que ya desde el momento en que la anunciaron tenía absolutamente claro que iba a ver de principio a fin, esa era Flesh and Bone. Cualquier cosa ambientada en el mundillo del ballet es ya de entrada y desde el mismo punto de partida algo que empieza con buen pie. Si encima venía de la mano de alguien como Moira Walley-Beckett, que tiene en su currículum episodios como el tremendo Ozymandias de Breaking Bad, con más razón todavía. Teniendo todo esto en cuenta, obviamente empecé la serie con muchísimas ganas y, de hecho, me la quise racionar, a pesar de estar disponibles todos los episodios de golpe, porque tampoco quería verla toda de golpe y quedarme sin ella al poco de empezar.

De todos modos, ahora que ya ha terminado, tengo que decir que Flesh and Bone ha acabado siendo una especie de “sí pero no” de libro. Es decir, que quede claro lo primero de todo que sí, que me ha gustado, y que ni uno solo de sus ocho episodios se me ha hecho largo. Y cuando se centraba en aquello que más funcionaba en ella, de verdad era absolutamente estupenda. El problema es que no siempre ha sabido centrarse en aquello que funcionaba, y a veces incluso parecía que ni siquiera tenía claro qué era exactamente lo que funcionaba y qué no.


¿El resultado? Pues una serie que ha acabado siendo un batiburrillo tremendo de tramas, unas más culebronescas que otras, unas más cercanas al propio mundo del ballet que otras, unas más fáciles o difíciles de encajar con el resto de la serie que el resto. Y ese, realmente, es el gran problema de Flesh and Bone. Al haber unas trescientas semi-tramas, con trescientas temáticas distintas en las que entrar, en muchas de ellas acababa entrando únicamente a medias. Y sufría por ello la serie, pero sobre todo sufrían por ello los personajes, ya que muchos han acabado quedando completamente a medio dibujar.

Un sacrificio que no acaba de merecer la pena si tenemos en cuenta que varias de esas tramas no acababan de funcionar del todo por sí mismas, o simplemente en el conjunto. La trama familiar de Claire, nuestra protagonista, con el añadido del incesto, nunca dejaba de parecer un añadido forzadamente innecesario, a pesar de que en teoría debería servir para explicar algunos aspectos de la propia protagonista.

A pesar de este problema de exceso de tramas e incapacidad de la serie de centrarse en una de ellas, mantengo que Flesh and Bone no es ni mucho menos ocho horas perdidas. De hecho, a pesar de todo, ya digo que yo la he disfrutado mucho y que volvería a verla sin dudarlo. Y parte de esto viene de que la serie tiene una facilidad absolutamente fascinante para resultar hipnótica, para atraparte a través de la pantalla y no soltarte hasta que el episodio ha terminado. Algo que puede trasladarse a la propia Sarah Hay, que interpreta a Claire.


Una Claire, por cierto, que la serie consigue demostrar que es especial, que tiene un algo. Como tantas otras historias ambientadas en este tipo de mundo, Flesh and Bone nos cuenta la historia de la chica nueva, joven e “inocente” (a primera vista, en cualquier caso) que resulta ser el mayor descubrimiento de la historia, la mayor estrella jamás vista. Y, a diferencia de lo que ocurre con otras historias, Flesh and Bone de verdad es capaz de conseguir que también nosotros lo veamos, simplemente en su forma de bailar.

Y ese poder demostrarlo probablemente venga de que el ballet es absolutamente central en lo que nos cuenta, y que para ello han utilizado a bailarines que se nota que saben lo que están haciendo, y han utilizado coreógrafos que han sabido aprovecharlos al máximo. Y así es cómo me habré visto el pas de deux bailado por Claire y Ross unas trescientas veces ya, y las que me quedan.

Así, Flesh and Bone es una mini-serie a la que no le faltan problemas, pero que también tiene muchísimos puntos fuertes. Entre ellos, y aparte de lo que ya he comentado, están Ben Daniels, que se come la pantalla en cada una de sus escenas. Y, por supuesto, la naturalidad con la que muestra tanto lo mejor como lo peor del ballet, aunque pase por todos los estereotipos habituales. Con todo, sus puntos fuertes superan a todo aquello en lo que falla, y a mí no me queda otra que recomendar Flesh and Bone.