Iba a dedicar este artículo a enumerar una serie de razones por las que tenéis que ver Stranger Things, pero qué queréis que os diga: habría tantas, y tan buenas, que necesitaría más de un recopilatorio.
Se veía venir que la nueva serie de Netflix daría que hablar. Y con motivos. Stranger Things se ha convertido ya en la serie del verano. Desde el Reino no nos extraña: es una de esas series con alma, que nos sumerge en un mundo de misterio inquietante y, mientras vamos buscando respuestas, la nostalgia nos cala hasta los huesos, de modo que no tenemos otra opción posible que adentrarnos en un maratón de ocho horas en el que viajaremos en el tiempo. Y se nos hará corto…
Para quien lo desconozca, Stranger Things es la historia de un niño, Will, que desaparece del mapa de Hawkins sin dejar rastro y, como es lógico, sus familiares y amigos comienzan su búsqueda. Pero esta sinopsis que pueda parecer incluso típica en un primer momento nos sorprenderá a medida que la trama avance y los personajes se vean envueltos en un enigma extraordinario, absorbente –nunca mejor dicho-, y fascinante.
Para mí ha sido toda una revelación conocer a los hermanos Duffer, guionistas y directores que provienen de series como Wayward Pines, y que han demostrado ser capaces de dedicar tiempo a elaborar una historia original contada en ocho capítulos, en lugar de encargar unos veinte con toneladas de relleno. Productores del mundo: aprended, gracias.
Además, en el reparto tenemos nada más y nada menos que a David Harbour, que interpreta a un agente policial un poco cliché al principio del típico sheriff que no soluciona mucho, pero nada es lo que parece; podemos volver a disfrutar del talento interpretativo de Winona Rayder, que encarna de manera desgarradora la desesperación materna tras la desaparición de un hijo y, sobre todo, hay que señalar por encima de todas las cosas al reparto infantil: Stranger Things ha sido capaz de reunir a un grupo de niños con gran talento interpretativo, que no os van a sacar de quicio a la mínima de cambio, tranquilos. Aquí es donde merecen una mención especial Finn Wolfhard como Mike, Gaten Matarazzo que interpreta a Dustin (uno de los mejores personajes de Stranger Things, sin duda. Nos da la vida) y, por supuestísimo, Millie Bobby Brown como Eleven (u Once), la GRAN revelación de la serie.
Su papel me parece de lo más emocionante que he visto últimamente, y eso que no habrá pronunciado más de cinco palabras seguidas en la misma frase durante toda la serie, pero no le hace falta más. Es brutal. Estremecedora. Os va a enamorar, primer aviso. La vais a querer abrazar fuerte en cada capítulo, segundo aviso. Yo, por mi parte, me muero de ganas de verla actuar de nuevo en esta serie o en cualquier cosa que haga.
Por otro lado, Stranger Things posee una fascinación eminentemente nostálgica por lo fantástico y la cultura de los años ochenta. La serie en sí es un homenaje a nuestra adolescencia y/o infancia, al cine que veíamos, a la música que escuchábamos. El viaje temporal es completo. ¡Y gratis! (Gracias, Netflix, por un acierto mayúsculo. De vez en cuando hay que dártelas).
Las referencias comprenden desde Spielberg y J.J. Abrams (los niños protagonistas van en bici a todas partes, pero no cualquier bicicleta, sino ese tipo de bici que tiene una luz delante, pesa un montón y hemos visto en tantos largometrajes), películas de culto de los años setenta u ochenta como The Goonies, E.T. the Extra-terrestrial o Close Encounters of the Third Kind pero también Alien, Commando, hasta otras más actuales como Súper 8, todo con un toque muy «stephenkingniano» (el propio Stephen King ha llegado a decir en Twitter que la serie es como una compilación de sus mejores momentos como autor. ¡Casi nada!).
Obviamente Stranger Things repite clichés en algún momento, pero algunos no entienden que precisamente muchos pedíamos repetir esas sensaciones y, seamos claros: la serie es como si los Goonies hubieran tenido un hijo con Stephen King. Una mezcla impresionante que no se debería perder nadie, con tantas referencias que al final inevitablemente todo el mundo va a encontrar las suyas.
Además, cuenta con una banda sonora pegadiza y vintage («Should I Stay or Should I Go» de The Clash, «Sunglasses at Night» de Corey Hart, y otros muchos temas), aunque para vintage la ambientación ochentera, muy currada y creíble, desde pantalones de talle alto, peinados, actitudes, cintas de cassette, paredes cubiertas de estampados de papel… Hasta los títulos de crédito y las transiciones de Stranger Things tienen una tipografía muy de los ochenta.
¿Necesitas alguna razón más? Ah, sí: su final es apoteósico. Por ello, si aún no sabes dónde pasar las vacaciones, ¿a qué estás esperando? Ve a Hawkins. Y cuidado con las luces.
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