¿Sabes ese momento en el que te das cuenta de que ya no puedes vivir sin esa persona con la que has estado quedando últimamente? Un café, un paseo, unas cañas, un cine… Solo charla en compañía amigable. Y cuando, de pronto, una semana no podéis quedar, se te viene el mundo encima y comprendes que te has enamorado. ¿Sabes ese momento? ¿Esa sensación? No recuerdo cuándo fue, pero sí recuerdo lo sorprendido que me quedé. La misma sensación que cuando te descubres enamorado fue lo que sentí cuando me di cuenta de que ‘Person of interest’ era una de mis series favoritas.
SPerson of Interest, una historia de amori soy sincero, no tenía ni intención de verla. De hecho, la empecé porque me lo pidió mi madre. Había empezado la serie en La Sexta y no había entendido nada (evidentemente, ya que había pillado el capítulo a la mitad). Vi el primer capítulo, se lo expliqué y me dispuse a olvidar la serie. No me había disgustado, pero tampoco me había maravillado.
Pero las cosas no salen siempre como uno las ha planeado y, parafraseando a Mecano, la fuerza del destino nos hizo repetir. De pronto, me encontré todos los viernes con una hora muerta en el trabajo y ahí estaba Person of interest emitiéndose los jueves dispuesta a hacerme pasar mejor el tiempo. No me había disgustado y no había otra candidata más fuerte así que… ¿por qué no?
Todos los viernes veía mi capítulo de Person of interest encerrado en mi coche en un pueblo perdido de la mano de Dios y esa hora muerta se me iba pasando cada vez más y más rápido. Hasta que un día me encontré con que no tenía capítulo para ver. ¡Malditos parones! Me llevé un capítulo creo que de Grimm, otra serie que veía por inercia y que me entretenía sin grandes pretensiones. ¡Qué larga se me hizo aquella hora!
Que Nick me perdone, pero sus problemas me importaron una mierda. Mi cabeza pensaba en números, en la máquina, en Reese, en Carter, en Harold… ¡si hasta pensaba en Fusco! Y entonces me di cuenta. Me estaba enamorando.
Person of interest empezó callada y muy fría. Aséptica, casi. Personajes antipáticos, un misterio que todavía no se atrevía a asomar la cabecita y capítulos que parecían un procedimental de manual. Predecible, incluso. Entonces, ¿por qué me gustaba tanto?
Me di cuenta de que los prejuicios que me había formado tras ver el primer episodio no me habían permitido ver cómo me estaban contando una historia mucho más interesante y compleja de lo que creía estar viendo. La serie iba de salvar vidas inocentes, sí. Una en cada capítulo. Pero, al mismo tiempo, iba de la corrupción política en Nueva York. Y después estaba el misterio. ¿De dónde salían los números? Mi cabeza empezó a atar cabos y a ver elementos recurrentes en los capítulos. Vi que donde parecía que la serie nos ofrecía casos independientes, en realidad estaba alimentando los distintos frentes que tenía abiertos. Personajes empezaron a hacerse recurrentes y las primeras respuestas empezaron a aflorar.
¿Por qué me gustaba? Pues porque todo estaba conectado. Porque, muy sutilmente, cada capítulo explicaba algo más. Avanzaba en algunas de las varias tramas que la serie tiene siempre abiertas, porque este es uno de los mayores encantos de Person of interest. Nunca sabes por dónde van a ir los tiros porque los protagonistas están siempre en medio de un fuego cruzado entre demasiados enemigos.
Desde aquel día en que me di cuenta de que Person of interest era muy buena, cambié mis hábitos. Otras series pasaron a cubrir aquella hora muerta de los viernes, sentado en mi coche en un pueblo perdido de la mano de Dios y Person of interest pasó a ser el plato estrella de cada fin de semana, tirado en mi sofá con manta y palomitas. Y menos mal, porque no podría seguir viéndola encerrado en un espacio tan pequeño.
Desde aquel día, la serie me ha hecho reír, llorar, saltar, gritar. ¡Cuántas veces me ha puesto de pié! Algunas, incluso, no he podido evitar aplaudir. He perdido ya la cuenta de las veces que me ha dejado con la boca abierta con sus giros y sorpresas. Aún hoy, tres años más tarde, me tiene en vilo.
Person of Interest, una historia de amorLa serie ha demostrado saber cómo engancharnos, con una historia fantástica que no hace más que ir a más y más, cueste lo que cueste, pese a quien le pese. Pero también ha sabido enamorarnos gracias a unos personajes que no están escritos para gustar, sino para convencer. Ha sido a base de verlos en acción cómo nos hemos ido acostumbrando a sus rarezas y a ver bondad y lógica donde, al principio, solo veíamos antipatía, frialdad y locura. Una panda de villanos que, con el tiempo, la serie ha ido redimiendo hasta convertirlos en héroes que nos hacen derramar lágrimas.
Cada capítulo de Person of interest es como una cita más con esa persona que te gusta, pero ya no es una charla amigable. Ahora hay confianza, así que se atreve a cosas que antes no se atrevía. Te sorprende, te hace reír, te trae regalos, te acaricia, te pone la miel en los labios… y te la quita. Algunas veces, cuando te pones muy cariñoso, te da una buena bofetada y si la besas… ¡Ay, si la besas! No es una buena idea.
Y es que el amor de Person of interest es como el de las buenas novelas y películas. Te quiere solo para hacerte sufrir. ¿Qué más se le puede pedir a una serie?