No leer si no se ha visto antes el primer capítulo de la sexta temporada de Juego de tronos. O sí, si se quiere, pero sabiendo que te metes en un berenjenal. O si no has visto nunca la serie y quieres comprobar de qué hablamos los seriéfilos el lunes (y cuántas locuras se pueden llegar a concentrar en tres cuartos de hora de un episodio). Pero el aviso de SPOILER aquí queda, no nos vayan a demandar…

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Juego de tronos se ha quitado la careta, como Jaquen H’qar, o como se llame, que cambia más de cara que Renée Zellweger. Y aunque en Desembarco del Rey sea, efectivamente, un monarca el que se sienta en el trono ese de pinchos -cada día uno, al ritmo que vamos-, en la serie gobiernan ellas. En todo y para todo. Normal, ya que del género masculino quedan dos y el de Meereen, tal ha sido la masacre. Nuestras reinas, pues, son las regentes en lo catódico, pero en sus respectivos reinos les va regular, tirando a mal. No es un fenómeno exclusivo de barrios residenciales americanos como Wisteria Lane: desde Braavos hasta Dorne, desde Invernalia hasta la Guardia del Norte, todas, todas sus habitantes están desesperadas. Al borde de un ataque de nervios. Y tienen motivos (personales) para ello.

George R. R. Martin las ha vuelto locas

George R. R. Martin las ha vuelto locas

Empecemos por la familia más sufridora de la televisión desde los tiempos de ‘Marco’: los Stark. Aunque sus miembros han menguado drásticamente y su árbol genealógico es ya casi un bonsai, sus representantes femeninas siguen dando grandes momentos. Arya no ve claro su futuro -ni nada en general-, pero parece que va a convertirse pronto en una luchadora que ni Hulk Hogan. Al tiempo. Por su parte, Sansa escapa de las garras de su marido-carnicero y, ayudada de la mujer más grande de la serie en todos los sentidos -esa Briana que debería ser adorada incluso por los septones más radicales-, consigue poner rumbo a… quién sabe dónde, que diría Lobatón.

Parece que sus pasos se encaminarán al Castillo Negro para encontrarse con su hermanastro, un Juan Nieves que duerme el sueño de los justos. ¿O no? Pues no nos lo aclaran, pero de momento el favorito de la audiencia ni está vivito ni coleando. Por qué odia tanto George R. R. Martin a esta familia es un misterio, lo que sí demuestra Juego de tronos es que su autor es la antítesis de Isabel Gemio: a él no le gustan los reencuentros sentimentales. Arya no llegó a ver a su madre y a su hermano antes de que los trincharan en una boda por cinco minutitos. Y ahora nos manda a Sansa a pedir ayuda a un hermanastro al que acaban de acuchillar hace cero coma. La malvadez de este señor no conoce límites.

Estoy muy quemada

Estoy muy quemada

Tampoco le va especialmente bien a la dragona, que ha sido raptada por los Dothrakis y está que echa fuego por la boca. Aunque tiene más títulos que la duquesa de Alba, a sus nuevos compañeros les importa un bledo. Danaerys estaba acostumbrada a mandar y ahora le toca obedecer, si no quiere que le manden a una casa de la tercera edad con todas las viudas de los khales que en el mundo han sido. Total, que la temporada pasada salió volando con su dragón para salir de una y se ha metido en otra en menos de lo que canta un gallo. Mientras tanto, ha dejado ‘huérfanos’ a Tyrion y Varis, que tampoco están para tyriar la casa por la ventana y recorren las despobladas calles de Meereen como dos turistas accidentales.

En Dorne, además de desesperadas, se han vuelto más asesinas que la propia Shonda Rhimes. La quinta temporada acabó con las dornesas envenenado a la pobre Myrcella -no se puede ser bueno- y empiezan esta cargándose a su propio rey y al heredero. Porque en esos tiempos indeterminados en los que se ambienta la serie no había psiquiatras, pero estas mozas están para encerrar.

¡Ya se ha enterado de que estoy spoileando!

¡Ya se ha enterado de que estoy spoileando!

La reina y señora -y guapa y fantástica- Cersei ha vuelto a sus dependencias. Es la reina madre -y, como corresponde a su título, no para de beber-, pero ahora lo hará con razón. No ha tenido suficiente con la mayor humillación pública que se recuerda desde el caso de Monica Lewinsky que retoma su agenda oficial para comprobar que han matado a su hija. La venganza será terrible. O eso esperamos de la mala más buena de la televisión. Mientras tanto, su nuera por partida doble, Margaery, sigue presa de esos septones malignos que hacen bueno el dicho de a Dios rogando y con el mazo dando. Por lo menos, aún conserva su cabellera -otras no pueden decir lo mismo-, pero la amenaza de convertirse en una Sansona pende de un hilo mientras siga encerrada.

La sexta temporada ha vuelto a situarnos donde dejamos a todos los personajesazos, física y mentalmente. Y la partida comenzará oficialmente la semana que viene. Mientras tanto, hemos disfrutado de un capítulo de transición, introductorio, pero igualmente brillante en su planteamiento y en su construcción. Nada de media hora de una historia para retomar tramas quince días después. Echábamos de menos Juego de tronos y para el reencuentro, nada mejor que ver a todos sus protagonistas y quitarnos un poco el mono.

Eso, eso, tápate Melisandre, no cojas frío...

Eso, eso, tápate Melisandre, no cojas frío…

Y, en este panorama, la única que nos faltaba era la vieja del visillo. Ahora resulta que Melisandre, la reina de los fuegos y las adivinaciones, es más vieja que Matusalén. La noche es oscura y está llena de horrores. Y su reflejo en el espejo es uno de los más terroríficos. Para que luego digan que no hay papeles para mujeres maduras en Hollywood…