Como supongo que muchos sabréis a estas alturas de la vida, me encanta el ballet. De hecho, desconfío de cualquiera que diga que no le gusta el ballet, y podría pasarme la vida viendo líneas preciosas, arabescos y piruetas de centro perfecto. Eso, por supuesto, significa que, si tengo la oportunidad, le voy a echar un vistazo a todo aquello que tenga que ver con el ballet y que acabe, por un motivo o por otro, reflejado en la pequeña pantalla. Por eso, hace unos años, ni siquiera dudé por un segundo en echarle un vistazo a Breaking Pointe, un reality de la CW centrado en una compañía de ballet de Salt Lake City. Y oye, aunque lo vimos cuatro gatos, acabó resultando un reality la mar de entretenido, siempre que tengamos en cuenta que no deja de ser un reality de la CW, con todo lo que eso significa.

Durante la primera temporada, cometieron el error de dedicar demasiado tiempo a la relación de Allison y Rex, dos de los bailarines de la compañía, y que no dejaba de sacar el peor lado de ambos dos. A eso y a dedicarle minutos y más minutos a Beckanne, una bailarina novata en la compañía y a la que el programa (que no el propio director artístico) nos presentaba de una manera que nos obligaba a acordarnos de Karen Sue en Smash. Y ya sabemos que eso siempre es cualquier cosa menos buena.


Aun así, de vez en cuando nos iba mostrando algunos aspectos del funcionamiento de la compañía, de todas las horas de entrenamiento y ensayos que eran necesarios para cada uno de los ballets. Nos iba mostrando un poco cuál era la jerarquía dentro de la propia compañía, cuál era el lugar de cada uno. Apuntando a rivalidades que a veces resultaban un tanto forzadas y a veces no. Y mostrándonos también a todos aquellos bailarines que, de un año a otro, iban a quedarse por el camino en un mundillo que es una audición y una competición constante.

Ese fondo sobre el que se construía todo el reality es lo que hacía que los episodios resultasen siempre interesantes, y es la razón por la que se acabó convirtiendo en uno de esos imprescindibles que algunos definirían como placer culpable, pero que a su manera son tremendamente dignos, siempre que seamos conscientes de qué es realmente lo que nos están ofreciendo.

Con todo eso, obviamente, la segunda temporada no tenía que hacer mucho más para mantenernos pendientes, pero de hecho se esforzó un poco y consiguió darle un poco de interés a las vidas de esos bailarines y las tramas de reality de la CW que a veces se habían quedado excesivamente a medias durante la primera temporada. Y así, nos dio cosas tan maravillosas como ver a Christiana, la principal bailarina, replantearse su vida y sus relaciones después de acabar su relación con Chris, otro de los principales bailarines, una relación que la había definido hasta el momento, a ella y a su lugar en la compañía.


Y nos regaló también, en parte a través de ello, lo que para mí fue lo mejor que nos había podido dar este reality, y que es la amistad de ella con Allison, a la que consiguieron rescatar de su trama de la primera temporada. Y a la que así consiguieron convertir en un personaje realitiero a quien años después sigo adorando infinitamente. Porque Allison es amor, que no os engañen, y cualquiera que no la defienda por encima de todas las cosas se merece todo lo malo que le pase.

Con todo, Breaking Pointe no deja de ser un reality de la CW, con todo lo bueno y lo malo que eso supone. Pero al mismo tiempo es un reality de la CW centrado en un universo muy interesante. Algo que me obliga a recomendárselo a todo aquel que adore tanto como yo no solo el baile y el ballet, sino, por supuesto, los realities simpatiquillos e inocentes con un punto mamarracho.