Antecedentes breves para despistados: Black Sails fue una de las apuestas de Starz la temporada pasada. Llamó la atención de ella que fuese renovada por una segunda temporada antes incluso de que se estrenase, así como su peculiar propuesta: una precuela del mítico libro La isla del tesoro de R. L. Stevenson, mezclando personajes de la novela con piratas históricos. La idea era atractiva, pero el resultado fue gris. La historia pecó de irregular, repitiéndose casi toda la temporada el patrón trama que apunta a resolución espectacular para luego quedar en mucho menos de lo que podría haber sido y al momento plantea otra posible resolución espectacular.
Con los personajes resultó otro tanto: en el enorme elenco fallaron varios personajes importantes, sobre todo un John Silver (Luke Arnold) llamado a ser el motor de la historia y que fue, en el mejor de los casos, tan intrascendente como la protagonista femenina, Eleanor Guthrie (Hannah New). Pero el carisma de los capitanes Flint (Toby Stephens) y Vane (Zach McGowan) sostuvo gran parte de la temporada, así como una buena resolución final que dejó un regusto positivo. Junto con la espectacular intro, motivos suficientes para darle una oportunidad a la segunda temporada.
Y en esta temporada la serie ha dado un paso valiente. En una serie de piratas, donde la acción casi se da por hecha, ha eliminado casi cualquier traza de ésta para centrarse exclusivamente en desarrollar a los personajes, sus motivaciones y ambiciones. Resulta imposible no empatizar con el capitán Flint después de conocer su pasado –muy bien usado el recurso del flashback, por cierto– y no desear que termine triunfando. El capitán Vane, de forma inesperada, es la voz más cuerda de la serie, el más honesto consigo mismo y con el mundo, y no deja de sorprender y provocar simpatía en cada capítulo a pesar de ser la supuesta némesis en la historia. Max ha pasado de ser la belleza de la serie a ser además el personaje más astuto. Rackham y Anne Bonnie llegan a resultar enternecedores en su amor-odio. Y dejo para el final a Silver y Billy, los únicos personajes que aparecen en el libro de Stevenson. John Silver ha tenido el giro que necesitaba el personaje, ganando más presencia y mostrando, por fin, el carisma y la doblez que caracteriza al personaje original. Y Billy es el que mejor escenifica el cambio que ha sufrido la serie. Ha pasado de ser la voz moral en la primera temporada, el personaje que hacía lo correcto y a todos le caía bien, a adquirir una pátina gris que lo vuelve mucho más real, mucho más humano. Y es que Black Sails no es una serie de velas negras; es una serie de velas grises, de personajes en los que los conceptos de bien y mal se han eliminado por completo, dejando personajes que se mueven tan sólo por sus propias razones, y motivos, nunca elevados, todos ellos acertados para quien los tiene, y ante los cuales solo queda decidir en qué barco te sitúas antes del final de temporada. A nosotros esta segunda temporada nos ha hecho subirnos a bordo.
En España tenemos estreno de un nuevo episodio cada martes, a las 22.30 gracias a TNT.
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