Vivimos una época dorada en que la calidad de las series de televisión ha aumentado a unos niveles que hace veinte años nos habrían parecido imposibles. Lo cinematográfico ha llegado a la televisión y series como Juego de Tronos o Mr Robot gozan de una perfección en su realización que nada tiene que envidiar a las grandes superproducciones del cine más taquillero y oscarizado. Los grandes hits de este 2016 han sido series de una calidad tan abrumadora como, sin duda, Stranger Things o Westworld y, en un ámbito más para frikis y orgullosos de serlo, Luke Cage o la segunda temporada de Daredevil.
Estamos encantados de este nivel de calidad seriéfilo, pero de vez en cuando es agradable encontrarte con un soplo de aire fresco, con un producto que no se tome a sí mismo tan en serio y que esté ahí simplemente para pasárnoslo bien un rato. Por eso, mi placer culpable del 2016 es Wynonna Earp.

Qué arte tiene con las armas.
¿Por qué es un placer culpable? Porque es una auténtica frikada y a veces te puede dar hasta vergüenza decir que te gusta, mientras tus amigos con jersey negro de cuello alto y copa de vino francés en mano están discutiendo las implicaciones sociopolíticas internacionales en el capítulo nosecuantos de True Detective y cómo el desarrollo de personajes de Breaking Bad les recuerda a un autor de cine independiente ucraniano del que probablemente no has oído hablar. Porque es una serie entretenida sin grandes pretensiones, para la que puedes quitarte un rato las gafas de pasta sin cristal y sustituirlas por una camiseta del Capitán América y un cubo de palomitas –y hoy en día se agradece un poco de eso de vez en cuando-. Porque, en comparación con estas series exquisitas de realización cinematográfica y pensamiento profundo, podríamos decir que es “mala” –pero eh, más mala era Embrujadas y bien que en su día nos la tragamos todos enterita sin saber ni por qué no podíamos dejar de verla, ¿no?-.

¿He dicho ya que la amo?
Wynonna Earp es la adaptación televisiva de un poco conocido cómic de acción creado por Beau Smith, publicado originalmente por Image Comics a partir de 1996 y que más adelante pasó a ser publicado por IDW. La historia trata sobre la tataranieta del legendario sheriff Wyatt Earp, del que tantas buenas pelis hemos disfrutado a lo largo de la historia del cine, al que Kurt Russell interpretó en el que probablemente sea su mejor biopic, Tombstone: La Leyenda de Wyatt Earp (dirigida por George Cosmatos en 1993 y con un reparto de lujo que incluía a Val Kilmer, Michael Biehn, Charlton Heston o Jason Priestley).

El cómic original de Image.
Agarraos: Wynonna, una rebelde macarra que se ha pasado la vida entre reformatorios y casas de acogida, vuelve a su acogedoramente sureño pueblo natal, Purgatory, donde tendrá que hacer frente a toda una legión de resucitados demoníacos –Revenants, los llaman– que son nada menos que todos los criminales a los que su tatarabuelo Wyatt Earp mató a lo largo de su vida –y no son precisamente pocos, oye-. Los Revenants sólo pueden morir si se les dispara con Peacemaker, el legendario revólver de Wyatt. Y, como no podía ser de otra forma, la única que puede empuñar dicha pistola mágica es su heredera. Así que la adorable inconformista rebelde que sueña con ser un cruce entre Buffy y Jessica Jones es contratada por los Black Badges, la división de asuntos paranormales del servicio secreto del gobierno estadounidense, convirtiéndose en una agente federal así por las buenas –parece que no es muy difícil encontrar trabajo en el sur-. Wynonna tendrá que hacer frente a la horda de Revenants liderada por el criminal demente Bobo Del Rey –habría que preguntarle si tiene una hermana llamada Lana experta en poner morritos-, con la ayuda del seriote agente federal Dolls, de su hermana pequeña Waverly Earp –cómo les gustan los nombres que empiezan por W en esa familia– y de nada menos que el legendario pistolero Doc Holliday, el que fuera el mejor amigo de Wyatt Earp –que no os diremos por qué está vivo en pleno 2016 para no spoilearos más de lo necesario-.

Waverly también es adorable, aunque tenga ese nombre tan raro.
¿Verdad que es la mayor frikada que se os podría ocurrir? Pues añadidle que los demonios son una panda de rednecks que viven en un parque de autocaravanas al más puro estilo Me Llamo Earl y ya tenéis todo lo necesario para que la serie merezca al menos echarle un vistazo.

Las frases de Wynonna no tienen desperdicio.
Lo mejor de la serie es sin duda la propia Wynonna, interpretada por la –desmesuradamente sexy para una mujer de 46 años que interpreta a una chica de 27 y nos lo comemos con patatas– actriz Melanie Scrofano –no sé vosotros, pero yo ya estoy en proceso de conseguir toda su filmografía, presa del más inesperado y ridículo crush adolescente-. Las caras que pone, las chorradas como pianos que dice en plena escena de acción, su sarcasmo, su ingenio, es imposible no amar su personaje.

¿Es como para amarla o no?
Doc Holliday también es un personaje genial, carismático como pocos, con su encanto de cowboy antiguo, educado pero garrulo a la vez, como debía serlo el hombre real en el que está basado el personaje. Tim Rozon lo interpreta de forma espectacular, aunque sin llegar al inigualable nivel de carisma que le diera Val Kilmer en Tombstone –aún se me pone la piel de gallina cuando le recuerdo diciendo “Llegó la hora de la última cabalgada de Wyatt Earp y sus Inmortales”-.

El más malote del oeste.
En cuanto a la imagen de la serie, su fotografía y su composición de plano son simplemente preciosas, con una iluminación muy conseguida y planos que parecen viñetas de cómic perfectas. A veces resultan un tanto gratuitos, pero eso es lo que le da la magia y el carisma a la serie.

Mola, ¿eh?
Lo peor de Wynonna Earp son indudablemente los efectos especiales, que podrían haberse currado un poquito más, y ese aire de Serie B del que se abusa un poco. Pero en realidad, una vez que te has enganchado, ya no molesta.

El coco sureño.
Syfy –no podía ser otra la cadena artífice de esta maravilla de la Serie B- ya la ha renovado para una segunda temporada. Y eso, en una época en que hasta las obras maestras de alta calidad se derrumban inesperadamente –snif… te echo de menos, Constantine-, es decir mucho. En una época en que Marvel y DC están arrasando con sus adaptaciones, tanto en cine como en televisión, ya iba siendo hora de que Image e IDW –respectivamente, la tercera y la cuarta mayores editoriales de cómic de Estados Unidos– se subieran al carro y empezasen a diversificar el bipartidismo en las series de superhéroes como lo hicieron con el mundo del cómic en su día.
No podemos decir que Wynonna Earp sea la serie del año –hay otra Winona implicada en la que sí que sería la mejor serie del 2016, no sé si me seguís-, pero no hay duda de que es altamente adictiva y divertidísima. Ya os dije en su día que Jessica Jones es la Buffy Summers del siglo XXI, ¿verdad? Bueno, quizás sería un poco pretencioso decir que, del mismo modo, Wynonna es la Xena de esta década. Pero qué demonios, lo es.

Ella sí que sabe cómo hacer una salida épica.
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