¿A dónde va Vicente? Pues a donde va la gente. Por eso cuando a las cadenas españolas les da por un tipo de series, donde no hay nada que hacer. Es una tras otra, tras otra… En los últimos años la moda han sido las series de época (La señora, Gran Hotel, Tierra de lobos…). Y antes fueron las profesionales (Policías, Periodistas, Al filo de la ley…). ¿Hacia dónde va ahora la ficción española? ¡Quién sabe! Tal vez el camino sea mezclar ambos tipos de series, que es exactamente lo que nos encontramos ayer en la nueva serie de Televisión de Galicia: Hospital Real.
Después de muchos años con Hospital Central, volvemos a encontrar en pantalla un drama médico. Uno bastante explícito, por cierto, con sangre y heridas ahí en primer plano, que para los que somos quisquillosos con el tema… El drama médico tiene la complicación de que estamos a finales del s. XVIII. A los limitados medios médicos se suma un difícil clima social. Por aquel entonces en Francia estallaba la revolución mientras el Santo Oficio aglutinaba poder en una España económicamente deprimida y bajo el reinado de Carlos IV. El Hospital Real de Santiago de Compostela respondía sólo ante su Majestad y en torno al dominio del edificio se generaba una auténtica lucha de poder.
Vamos, que la autonómica gallega le ha echado un par a la hora de enmarcar su nueva historia de amor. Porque eso es lo que es Hospital Real, la historia de amor imposible entre un médico noble y una aldeana enfermera que (muy a lo Velvet) se enamoran, se prometen y se ven separados por un matrimonio de conveniencia. Vaya por Dios. Eso sí, aquí ñoñerías las justas. Y es que difícilmente casaría el empalague de Paula Echevarría y Miguel Ángel Silvestre con el elevado número de muertes que se producen en la serie gallega. Porque Hospital Real es amor, es intrigas y es misterio pero, sobre todo, es caminar en el filo de la vida y la muerte. Una vida valía mucho menos de lo que vale ahora. (¿Os suena?)
Me gustará a mí saber cuántos de los personajes que ya hemos conocido llegarán vivos al final de los quince capítulos que tendrá esta primera temporada.
Los medios son los que hay, y los que hay no son todos los que cabría esperar pero, aún así, el primer capítulo se ha defendido bien, con una buena presentación de los personajes, una muy buena ambientación y un reparto excepcional (con Goyas incluidos) entre los que destacan una Sonia Castelo (Ay, Motivos Personales, qué tiempos) espléndida, un Pedro Alonso que vuelve a lucirse como tipo duro tras Gran Hotel y una Tamara Canosa (inexplicablemente) muy infravalorada en la ficción de este país. Junto a ellos, Francis Lorenzo, Nerea Barros o Antonio Durán Morris (y próximamente también Javier Gutiérrez). Moco de pavo.
Cierto que algunos cromas cantan la Traviata y que el tratamiento de sonido es un agobio de música (y falta de efectos, con disparos que casi no suenan). Pero oye, no se puede tener (léase pagar) todo.
En todo caso, estamos de enhorabuena. Otra serie española más que ni huele a rancio ni es más de lo mismo, porque atrevimiento no le falta. ¿A dónde va Vicente? De momento, los domingos, al Hospital Real en Televisión de Galicia (y en su web).
Acabo de conocer la página, os seguiré la pista. Gran serie y paso adelante en la ficción gallega, la seguiré muy de cerca!