Aunque apenas acababa de comenzar, la Guerra de la Independencia de Estados Unidos parecía que iba a llegar a su fin en 1776. Las tropas británicas habían tomado Nueva York y el general George Washington se replegaba al sur con un ejército revolucionario, herido y con baja moral. En este contexto histórico conocemos a Abraham Woodhull, un joven granjero de Long Island, harto de las malas cosechas y de la ocupación inglesa. A pesar de que su familia está a favor de las tropas de Su Majestad, Abraham consigue reunirse con un grupo de amigos de la infancia para formar The Culper Ring, el cuerpo de espías revolucionarios al servicio de Washington. Su involucración en la causa independentista será cada vez mayor, hasta el punto de que pondrá en juego la seguridad del propio Abraham y de su familia en una guerra que cada vez se vuelve más cruenta.
Con esta premisa, basada en hechos reales, arranca Turn: Espías de Washington, la serie que estrenó el canal AMC en primavera de 2014 con el fin de llenar el vacío dejado por el fin de Breaking Bad y la ausencia de The Walking Dead, dos de sus series estrella. Turn no se convirtió en el fenómeno esperado y disfrutó de una tibia acogida, si bien fue suficiente para garantizar una segunda temporada en 2015. El pasado mes de abril, AMC estrenó la primera entrega en España en una maratón de un fin de semana, con los diez episodios en versión original subtitulada, y después pasó a emitir la segunda temporada los jueves por la noche, también en el mismo formato.
A pesar de contar con una premisa interesante, como es la formación del primer grupo de espías estadounidenses, Turn es una serie un tanto fría y mediocre. El diseño de producción y la ambientación están a la altura de las grandes producciones de Hollywood, pero el desarrollo lento de la trama y el tratamiento de los personajes no consiguen enganchar a los espectadores y dejarlos con ganas de la próxima entrega. El personaje más interesante es el protagonista (a quien da vida Jamie Bell, más conocido como Billy Elliot), un granjero que se debate entre servir a su joven país o a los europeos opresores, y entre ser fiel a su esposa (con la que le casó su padre por conveniencia) o dejarse llevar por la pasión que siente por su amor de la infancia, que encima es una mujer revolucionaria. Por lo demás, el resto de personajes se ajusta a la caracterización típica en estos casos: los jóvenes estadounidenses son unos rebeldes osados de mucho carácter que improvisan sobre la marcha, mientras que los colonos ingleses son unos estirados de pelucas empolvadas que ríen con delicadeza, planean grandes estrategias y citan a Shakespeare.
Puede que Turn no sea una gran serie y que esté repleta de clichés. Tampoco es de las que enganchan y casi te obligan a ver el siguiente episodio, más bien al contrario, requiere un esfuerzo por parte de los espectadores para aguantar hasta el final. La segunda temporada, ahora en curso, parece haberse dado cuenta de sus limitaciones y, aunque continúa avanzando por la misma línea que su predecesora, guarda algunas emociones fuertes y sorpresas por el camino. Mas no engañan a nadie, no estamos ante la nueva Breaking Bad, ni Mad Men, tan sólo ante una producción modesta e inofensiva de la AMC, que sigue la línea de la también reciente Halt and Catch Fire.
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