Los grandes fans de Buffy diremos que sí, siempre. Somos un culto peligroso que ha aprendido a defender la serie a capa y espada (y estaca) frente a aquellos que alzan una ceja escéptica cuando la describimos como si fuese una obra maestra. Spoiler alert… LO ES. Para mí, desde luego, sólo hay dos series a su nivel en la vida. Las tres son mis favoritas y no puedo elegir entre ellas ya que son demasiado diferentes entre sí. Una es un drama, otra es una comedia y otra es Buffy Cazavampiros (Buffy The Vampire Slayer), un batiburrillo de géneros concebido por la mente criminal de Joss Whedon. Así que cuando el concilio del Reino se reunió y propuso la idea de dedicar nuestra sección ReiNostalgia a la #SemanaSeriéfila, yo sólo pregunté “¿cuán largo queréis que sea mi artículo de Buffy Cazavampiros?”
Si ya sois ultrafans de Buffy, enhorabuena. Estáis en el lado correcto de la vida. Si todavía no lo sois, debéis saber algo para entender a los fans del Buffyverso: Joss es un dios y eso jamás se discute. Si amas Buffy hasta la muerte, verás Angel, terminarás llorando la cancelación de Firefly y cantando las canciones de Dr. Horrible’s Sing Along Blog, e incluso defenderás la defenestrada Dollhouse. Caerá una detrás de otra y, si no te gustan los superhéroes, da igual, también terminarás abrazando su mundo para seguir cada trabajo de Joss. Me consta que gran parte de los fans más hardcore han hecho este recorrido y, si no, lo terminarán haciendo tarde o temprano. La obsesión nace en Buffy, porque Buffy es el origen de todo. Que sí, de todo. En Sunnydale estaba la boca del infierno y eso tiene que significar algo trascendental. En los 90 internet daba algo de penita, pero Buffy fue una de las primeras series que logró expandirse en fandoms organizados a través de foros y chats (que sí, ya sé que no fue la única). También fue una de las grandes impulsoras de los hoy afamados TV Studies, dando lugar a ensayos y convenciones académicas desde todo tipo de campos de estudio: feminismo, filosofía, psicología, lenguaje, cultura popular… ¿Aún no os llega para quererla?
Buffy fue una de las primeras grandes heroínas de la televisión y esto es un hecho. Sobre todo porque lo hizo desde un punto de vista teen, que hacía que zagalas en plena pubertad sin muchos modelos de conducta más allá de la damisela en apuros pudiesen decir “eh, mira Buffy, como patea el culo de ese gilipollas que se acaba de pasar con ella”. Y fue un gran momento en la vida de muchas, me incluyo. Buffy nunca necesitó que nadie la salvase porque ella era la que estaba salvando al mundo día sí y día también. Matando vampiros, luchando contra demonios, evitando apocalipsis, aguantando la dura vida del instituto… Porque esa es otra, Buffy no escapaba de lo adolescente ni lo ridiculizaba, al contrario, se divertía con ello y lo reinventaba. Aquí la animadora guapa y popular resultaba ser la Elegida, miembro de una larga estirpe de cazavampiros y destinada a salvar el mundo prácticamente a costa de su propia felicidad. Willow empezaba cumpliendo el típico rol de nerd empollona y evolucionaba a bruja poderosísima capaz de acabar con el universo. El propio instituto estaba construido sobre la boca del infierno. Y así todo.
Buffy fue adolescencia pura y, al mismo tiempo, trascendió la adolescencia. Se hizo más grande, más oscura, más adulta… y siguió siendo Buffy. Sus personajes evolucionaron y crecieron, porque no les quedó otra. Aparecieron Spike, Anya, Tara. Se fueron Cordelia, Angel, Oz. Entrase quien entrase y saliese quien saliese, el universo creado seguía siendo coherente y continuista. Buffy Cazavampiros siempre ha molado más de lo que la gente que sólo ve un capítulo piensa. Uh, una chica que mata vampiros, qué gran cosa… Es más que eso. La hemos visto acudir al baile de graduación, pero también la hemos visto sacrificarse por todo y por todos. ¿Quieres comedia ingeniosa? La tienes. ¿Quieres acción y villanos interesantes? Los tienes. ¿Quieres romance de todo tipo? Por supuesto que lo tienes. Pero igual también quieres una divagación existencial profundísima acerca de la muerte o un capítulo experimental sin a penas diálogos con el que cagarte por la pata abajo de miedo o un musical que no da vergüencita ajena, sino que es uno de los episodios más celebrados de la historia de la televisión. Pues adivina. ¡También los tienes! Buffy lo tiene todo. Es una obra atemporal y completa. Es comedia y tragedia. Es lo épico y lo cotidiano. Es la vida entera.
Por eso cuando los grandes entendidos empiezan a citar una a una todas las series que deberían ser incluidas en los altares televisivos (que si The Sopranos y The Wire, que si Breaking Bad y The West Wing, que si Seinfeld y Twin Peaks), los scoobies siempre alzamos la voz con un orgulloso “¿Y Buffy, qué?”, que suele ser seguido de miradas indiferentes. Nos la pela. Porque para nosotros es una obra maestra a la altura de las mejores. Y no hay más vuelta de hoja.
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Se me ha puesto la piel de gallina, te lo juro. Scoobies forever :_)
IMPRESIONANTE comentario, lo suscribo por completo, especialmente que el fandom de buffy es irreductible piensen lo que piensen los que miran con la ceja levantada. Gracias por hacerme saltar en la silla tras 15 años de fandom! 🙂