Hoy existe Shonda Rhimes (¡Alabada sea, aleluya!). Y Marc Cherry. Y todo un grupo de creadores catódicos que han llevado el culebrón a su máximo esplendor, y no en la hierba, sino en las alturas. De placeres culpables a obras de culto. Como esa actual Jane the Virgin que se ríe del género tanto como lo homenajea. Y esto ha podido ocurrir gracias a pioneros que les abrieron el camino, a gente que trabajó por hacer productos enganchantes, seguidos, y que recibieron millones de críticas mientras ingresaban millones en el banco. Y entre todos ellos, uno: Aaron Spelling. El papá de Tori (Donna en Sensación de vivir) fue el prolífico productor detrás de más éxitos que Madonna y Rihanna juntas. 7 en el paraíso, Hart y Hart, Vacaciones en el mar, Embrujadas, la mencionada 90210 y su secuela-maravilla Melrose Place. Pero el culmen del género, la quintaesencia del marujeo, del exceso, del lujo… y hasta de la vergüenza ajena fue Dinastía. El folletín era originariamente la historia de un magnate del petróleo (Blake Carrington) que se casaba con su secretaria Krystle (Linda Evans con su celebrado pelo lámpara). Y tenía una ex mujer, Alexis, que era una mala muy mala y muy buena. Y aún hay más: Dinastía descubrió al mundo a Heather Locklear, que fue mala, buena y mala de nuevo con pocos capítulos de diferencia. Y a partir de ahí, TODO.

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El mejor resumen de Dinastía: laca y hombreras alrededor de un señor canoso

Cuando solo había dos canales en España, veíamos lo que echaban, sin ser muy conscientes de que estabas ante una moda pasajera o ante un producto que pasaría a la historia. Y Dinastía, como Dallas y Falcon Crest, lo logró. ¿Cómo? Pues dando mucho y un poco más en cada episodio. Con unos ‘cliffhangers que ríete del ‘Not Penny’s Boat’ de Lost. Aunque de una forma un tanto cómica, que seguramente no fuera la intención, Dinastía es hoy precedente de cualquier serie en pantalla, sea del televisor o del ordenador.

¿Un drama político como House of Cards o The West Wing? En Dinastía, Blake y Alexis se presentaba a las elecciones como contrincantes y, en el debate final en la tele, ¡dispararon a uno de ellos! De política internacional, de hecho, hubo bastante, con viajes a África, Hong Kong, una trama de tesoros nazis (escondidos bajo un lago en Missouri) y una boda con un príncipe moldavo donde hubo más tiros que en The Wire. De hecho, los protagonistas contribuyeron a derrocar la dictadura en el país con Joan Collins vestida de monja. ES TOTALMENTE CIERTO LO QUE DIGO.

¿Expediente X o Fringe? Señores y señoras, en esta serie, la hija primitiva del protagonista, la mimada Fallon, FUE ABDUCIDA POR ALIENÍGENAS A BORDO DE UNA NAVE ESPACIAL (lo juro).

¿Nashville, Smash o Glee? Gracias a Aaron Spelling y sus secuaces, tuvimos a una cantante melódica que era negra y era la hermana del protagonista (blanco). Cosa que se desveló cinco años después, como marcan los cánones. Además, la gran Joan Collins cantó y bailó country en una tasca para conseguir unos negocios y hundir a su rival.

Hasta los documentales de animales de La 2 tienen un precedente en estos ricachones petroleros de Dallas, porque eran grandes amantes de los caballos. A uno incluso lo secuestraron. Y otro SE SUICIDÓ. El caballo. De verdad.

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Heather Locklear y «la otra» Krystle

Todo, todo lo que hoy un guionista pueda pensar, ya se utilizó hace tres décadas. Y, encima, con unos cardados imposibles y con unos vestidos con más perifollos que Lady Gaga. Hubo incestos, borrachas, locas, relaciones gay y un asesino travesti (¡en los 80!), incendios, médiums, atropellos, secuestros (de mayores y de niños y, lo dicho, hasta de caballos)… Y hubo una actriz que hizo un doble personaje que en realidad era el mismo. Vamos a ver: secuestraron a Krystle para reemplazarla por una que se le parecía. Y eran, por supuesto, las dos Linda Evans, solo que su “imitadora” ¡tuvo que operarse la nariz para poder meterse en la mansión y engañar a SU FAMILIA ENTERA!

Y, sobre todo, hubo en Dinastía cambios de actores interpretando al mismo personaje. Blake empezó la serie con dos hijos, luego fueron tres, luego cuatro, luego cinco y acabó con tres al final. Pero lo mejor es que de los que desaparecían… ¡no daban explicación alguna! Y todos los vástagos, TODOS, tuvieron al menos dos actores interpretándolos. ¿Se puede ser más pionero que eso?

 

Por si no fuera suficiente, la serie alcanzó sus más altas cotas de popularidad con un recurso ya muy utilizado, pero siempre igual de efectivo. Las catfights entre las actrices fueron dignas de celebración (tanto las que se vieron en pantalla, como las que se presumían entre bastidores). Ver a Linda Evans y Joan Collins, la rubia y la morena, la buena y la mala, el yin y el yang, tirándose del pelo en un estanque, o tiradas en el barro (literal) o echándose purpurina y lentejuelas por encima son hitos catódicos difícilmente superables.

En los (demasiado escasos) nueve años que se mantuvo en antena, rompieron no solo los audímetros, sino también la cantidad de historias rocambolescas que son capaces de meter en una misma producción. Tanto trajín tenía que culminar con un último capítulo en el que NO SE CIERRA LA TRAMA y donde Blake es disparado y Alexis se cae desde el último piso de un hotel. Después de todo esto, se comprueba que Revenge es Heidi en comparación. Y que, aunque Dinastía quizá no esté en el top 10 de mejores series para nadie (viste mucho más nombrar a Los Soprano o Mad Men) no será porque no lo intentaran con todo tipo de argumentos, actores…  y laca.