Si hay una serie que aspire a quedarse con el título de nueva serie del verano, esa pueda ser Animal Kingdom. Os presento el axfisiante y nada saludable mundo de la familia Cody, compuesta por cuatro machos alfa que todavía dependen de las decisiones que toma su madre, una tal Pitufa (Smurf) interpretada por la recuperada actriz de los ochenta Ellen Barkin.
La cadena de cable TNT emite la serie para Estados Unidos, basándose en una película australiana de 2010. Como ésta, cuenta la historia de Josh (Finn Cole), un adolescente que tras morir su madre de sobredosis, tiene que trasladarse a casa de su abuela, con la que hasta ahora no ha tenido mucho trato y que vive con sus cuatro tíos en una pequeña mansión en California. Pronto se verá envuelto en los turbios negocios de la familia, una banda de delincuentes que le pondrá constantemente a prueba y que le empujará a una espiral de destrucción y violencia de la que no podrá salir facilmente.
En la serie se masca la tragedia desde su primera secuencia, con Josh esperando sin apenas emoción a que lleguen los servicios médicos para atender a su madre, muerta a su lado. Esa sequedad y crudeza está presente en los primeros capítulos y nos crea la extraña sensación de ser testigo de cosas que preferiríamos no ver y que, sin embargo forman parte de algo tan cotidiano como la familia.
Aquí, la testosterona campa a sus anchas. Cuatro hijos amantes del surf que no quieren ni pueden librarse del manto protector de mamá y que están encabezados precisamente por el único adoptado, Baz (Scott Speedman, Felicity). Y como en todas las familias cuecen habas, los problemas y traumas se acumulan en todos ellos. Las drogas son el tema de Craig (Ben Robson, Vikings), mientras que el menor, Deran (Jake Weary) mantiene en secreto su verdadera sexualidad ante la sospecha de que no sería bien aceptada por su madre.
El último en llegar es Pope (Shawn Hatosy), el hijo al que todos temen y al que claramente le falta un tornillo. Vuelve a casa después de pasar un tiempo en la carcel y casi podríamos decir que la pantalla tiembla con su presencia. Es el que más miedo da, sin duda.
Pero lo realmente perturbador de la serie es la relación de Pitufa con sus hijos. Ella mueve todos los hilos de su vida personal y profesional, y les maneja a su antojo. Estos cuatro machotes no saben vivir sin ella, estableciéndose una relación de dependencia cercana al incesto, que en la serie se sugiere en más de una ocasión. Es esa amenaza en la sombra que emerge colocándose en primera línea cuando sus cachorros se encuentran en peligro. Todos se quieren y se odian a partes iguales.
La falta de límites entre ellos es una constante y avecina un final de temporada donde sólo van a sobrevivir los más fuertes. No es un mundo de buenos y malos. Es el reino animal y aquí las leyes se rigen por otros principios.
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