The Walking Dead ha contado a lo largo de los años con multitud de personajes soporíferos, aburridos y sin carisma. Algunos han sido comidos por los zombis a la primera de cambio, pero a otros, como a su protagonista, los hemos tenido que aguantar y sufrir durante años.

Partamos de la base de que la llegada del fin del mundo tiene que ser muy estresante. Es entonces, cuando esperas que haya un héroe a la altura que tome las riendas. Es así, hay personas que han nacido para ser líderes, sólo necesitan una razón. Y un apocalípsis zombi puede ser perfectamente, la razón que necesitan.

Rick limando asperezas con una amiga

Rick Grimes debería ser ese hombre. O eso es lo que intentan los guionistas desde hace ya cinco temporadas, porque servidora no lo traga y le ve como uno de los protagonistas con menos arranque de la televisión, un policía no muy brillante que despierta en un hospital cuando el caos ya es una realidad y el mundo es un desastre.

Y eso que Rick lo tenía todo para triunfar y ganarse nuestro favor. Comenzó la serie en coma, tuvo que lidiar con una esposa que le había sido infiel con su mejor amigo, un hijo rebelde que todavía hoy no le respeta, una hija que no sabe si es suya, gente muy loca que se une constantemente a su grupo y la imposibilidad de establecer un hogar en cualquier lugar.

Pero a pesar de todos estos dramas, sus intentos de redención me traen sin cuidado y su presunto lado oscuro es para echarse a llorar. Rick es un macho alfa venido a menos que resulta cansino y aburrido, un plasta redomado al que ni cien millones de caminantes le han quitado el complejo de salvador del universo. Él mismo se erige como líder natural de un grupo de inadaptados, que inexplicablemente le dejan a él todas las decisiones vitales de las que depende su supervivencia.

Y aunque nadie es perfecto, el inutil de Rick no da una y se equivoca constantemente, y aún así, continúa dirigiendo sus destinos como representante absoluto de lo correcto. Repasemos algunos de sus errores más sonrojantes, con algún que otro spoiler, así que ¡cuidado!.

Comencemos por la primera temporada, cuando decide que su grupo debe regresar para ayudar a Merle (el hermano de Daryl) basandose en la lógica aplastante de que pudiera haber sobrevivido a una horda de zombis, despues de haber sido atado (por él!) a una tubería en una azotea. Claro, no lo encuentran y en su regreso al campamento, descubren que ha sido casi invadido por los caminantes. Muy bien, Rick, clap, clap.

En la segunda, se deja malmeter por su esposa Lori para matar a Shane (Jon Bernthal), demostrando ser un líder con las ideas poco claras, débil e influenciable. Sin querer reconocer que se muere de celos y que no permite que nadie le haga sombra, se convierte en juez, jurado y verdugo acabando con el otro líder (éste sí) natural del grupo. Pero si perder a Shane no fuera ya suficientemente malo, peor fue aguantar su complejo de culpa y sus diálogos entre dientes durante capítulos y capítulos, y capítulos… Todavía te echamos de menos, Shane.

¿Operadora? Póngame con Lori, por favor

En la tercera temporada cambiamos de escenario y en lugar de la granja, en la que el grupo pasó la mayor parte de la segunda temporada, la acción se traslada a una prisión. Allí Lori muere y de repente, a Rick se le empieza a aparecer en visiones, iniciando un viaje alucinógeno que no interesaba a nadie y que dejó bien claro que Andrew Lincoln es un actor de cuarta división. Lori nos molestaba cuando vivía, y ni te cuento cuando ya estaba muerta, espabílate Rick, por favor, al lío. Tras demasiados capítulos sin rumbo, nuestro líder de saldo dejaba por fin de emular a la prota de Entre Fantasmas, después de protagonizar varios capítulos en los que como poco, daba vergüenza ajena.

Rick, contagiando su alegría y buen humor

Y por si no hubiera demostrado suficiente ineptitud, en la cuarta temporada Rick se vuelve aún más loco y comete un error mayúsculo, expulsando a Carol, la única capaz de tomar decisiones complicadas por el bien de la comunidad. El gran Rick, evitando problemas, plantando acelgas como si la cosa no fuera con él, agachando la cabeza entre coles de bruselas, se permite el lujo de echar de la prisión a la mejor superviviente que ha visto cualquier mundo apocalíptico. Sin tener en cuenta, claro, que él mismo ha matado a sangre fría a unos cuantos y que su propio hijo Carl, también ha hecho lo propio.

Con Daryl y Michonne pisándole los talones del liderazgo, Rick trató de resurgir de sus cenizas el año pasado en un nuevo escenario, Alexandría. Y como no hay nada que le guste más que ser el héroe, volvió a enfundarse el traje de policía y a dictar las normas en un pueblo que no es el suyo, maquinando en la sombra para tomar el control y transformándose por fin en el villano de la función, que siempre evitó ser. Pero no nos emocionemos, porque se está volviendo más loco que Ghostface en una fiesta de Halloween, y lo más seguro es que el grupo se harte de él y acabe como mondadientes de algun zombi avispado.

Pero creemos en su redención, confíamos en The Walking Dead y en su capacidad para cortar cabezas aquí y allá. Ojala en la sexta Rick se convierta en un malo de verdad y deje de hacer pucheros en cada esquina. Y si no, que Michonne y su katana acaben con su sufrimiento, por favor.