Cualquiera que conozca un poco de televisión británica de los últimos años, sabrá que Paul Abbott es uno de esos nombres siempre a tener en cuenta, que siempre es sinónimo de calidad. Yo, personalmente, aún tengo pendientes muchas series suyas, entre ellas State of Play. Pero todas las que he visto me han parecido absolutamente tremendas. Sin excepción.
Exile es absolutamente demoledora de la mejor manera posible. Hit & Miss fue un proyecto muy interesante del que muchos nos quedamos con ganas de más. Y las cuatro primeras temporadas de la Shameless original deberían considerarse obligatorias para todo aquel que quiera considerarse seriéfilo (las que vinieron después son más cuestionables, pero aun así yo siempre recomiendo ver hasta el final de la sexta, que es un final que representa perfectamente el espíritu de la serie). Estas tres series son muy distintas, las tres ofrecen algo muy diferente. Pero de algún modo, las tres tienen elementos comunes. Entre ellos, una facilidad pasmosa para capturar personajes y convertirlos en tremendamente humanos. De forma que te acabas necesariamente metiendo en todo lo que nos quiere contar, que acabas participando de forma activa en el universo y la historia que pone ante nuestros ojos.
Sabiendo esto, obviamente desde que me enteré de que iba a estrenar una nueva serie estaba dando saltitos de alegría. Esta nueva serie, que se llama No Offence, se estrenó esta pasada semana en Channel 4, y está centrada en el trabajo de un grupo de policías envueltos en el caso de lo que parece ser un asesino en serie.
Hasta ahí, todo normal. Al fin y al cabo es un argumento y un punto de partida que puede ir por cualquier parte. Pero lo bueno, y algo que ya simplemente con el piloto ha quedado de sobra demostrado, es que ya desde el primer momento se nota el sello de Paul Abbott, y eso siempre es bueno.
No Offence es una serie que cuando tiene que tomarse en serio lo que hace. Una serie que no recurre a chistes cuando se trata de hacer que nos interesemos por el caso y por sus protagonistas, sino que los presenta a todos de una forma relativamente seria, siempre dentro de un tono muy cercano y que no recurre a idealizaciones de ningún tipo. En ese sentido, el caso de momento lo ha enfocado bastante bien, al igual que el funcionamiento del departamento de policía.
De todos modos, no es lo que más interesa, ni lo que la hace realmente diferente a todas las demás. No Offence tiene un punto gamberro que, sin quitarle el punto de seriedad al resto, sino conviviendo con él, nos recuerda quizá al tono de Shameless en sus mejores momentos, y hace que rápidamente entremos en el juego. Combina los momentos serios con comedia muy divertida, haciendo que todo funcione siempre y que en ningún momento resulte en absoluto artificial.
Una vez más, nos muestra Manchester de un modo que es al mismo tiempo una mezcla de cariño y absurdo, el absurdo de lo corriente, de una manera que no es demasiado diferente a lo que ya ocurría con Shameless. Con todo lo que esto significa. Y aunque la serie sea absolutamente distinta, sí que nos quedamos con ese tono familiar que tanto funcionó entonces.
Además, es necesario comentar que en esta serie son los personajes femeninos los que se comen la pantalla. En un género que no siempre ha sido especialmente generoso con sus personajes femeninos, y en un tipo de serie en el que no siempre llevan el peso de la trama, aquí son dos (tres, realmente) mujeres las que llevan el peso de la serie desde el principio. Son unos personajes que ya desde el primer episodio quedan perfectamente definidos, con todos sus matices. Personajes fuertes, que aciertan mucho, pero que también meten la pata. Y que lo arreglan todo, a su manera, por sí mismas. Son unos personajes femeninos a los que probablemente deberíamos empezar ya a construirles altares, porque ya nada más que en cuarenta y cinco minutos se lo han ganado. Desde la jefa, con todas sus peculiaridades y extremos, hasta Dinah, a través de la cual entramos en la serie, y que es una mezcla perfecta de corazón, badassery, sentido común, impulsos y vulnerabilidad. Todo en un equilibrio perfecto.
Y así, No Offence en un episodio de cuarenta y cinco minutos consigue crear un universo en el que ya nos importan sus personajes. Ya hemos conectado con ellos. Ya queremos saber cómo continúa la historia y queremos seguir viviendo en ese perfectamente reconocible Manchester. No Offence es exactamente todo lo que podíamos esperar de una serie de Paul Abbot. Y eso, señores, debería ser motivo más que suficiente para echarle un vistazo. Porque a estas alturas todos deberíamos estar más que convencidos de la genialidad de Paul Abbott.
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