Hasta hace un mes o así, la verdad es que yo no era muy de Aziz Ansari. Era de esas personas que sabía poco más de él que lo que salía en Parks and Recreation, y ahí Tom Haverford nunca fue de mis personajes favoritos. No es que me resultase cargante siempre y de forma automática (eso era más algo puntual, porque mi aguante por las muecas de Aziz Ansari tiene un límite), pero desde luego tampoco me llamaba especialmente la atención. Y lo que no esperaba jamás es que me interesase tanto una serie suya como lo ha hecho Master of None.

Porque sí, ha sido a través de Master of None, su serie para Netflix, que me ha ganado por completo. Para hacernos una idea, Master of None es un poco el Louie de otra generación, de nuestra generación. Un poco distinto, pero tampoco demasiado, al menos en la manera de enfrentarse a lo que nos cuenta. Y, sobre todo, igualmente válido. Master of None es una serie que parte de su propia experiencia, pero que también aprovecha para hablarnos de otras que no conoce del todo y que se interesa por conocer.

Es una serie a la que igual le cuesta un poco encontrar de forma completa su sitio al principio, pero que ya desde el primer episodio tiene muy claro que tiene algo que contar. Y que tiene intereses, que sabe que nos quiere hablar de diversidad, que quiere presentarnos distintos puntos de vista sobre los que a lo mejor no habíamos pensado. Y así es como Indians on TV, su cuarto episodio, que habla de la escasa y cuestionable representación de este grupo en el cine y la televisión, se ha convertido en uno de mis episodios favoritos del año.

Pero no es el único episodio en ese estilo, y no es el único que merece al menos una mención. Desde un episodio sobre la experiencia de los padres inmigrantes del protagonista y su mejor amigo, hasta un episodio sobre los ancianos, pasando por otro que muestra la diferencia en el trato que se les da a las mujeres, Master of None tiene muy claro que tiene un mensaje que transmitir.

A lo largo de todos estos episodios, además, la serie no le deja al propio protagonista salir siempre libre de culpa en todo, quiere ser buena persona, y eso significa que sabe que tiene cosas que aprender. A veces muestra actitudes y respuestas equivocadas. Y la serie se lo tiene en cuenta y lo intenta corregir. Sabe cuándo tiene que callarse. Y eso la hace especialmente interesante, y especialmente honesta.

Su protagonista es un tipo de personaje que resulta familiar, es alguien a quien resulta fácil cogerle cariño porque es alguien a quien, al fin y al cabo, conocemos, y alguien en quien podemos vernos reflejados. Como podemos vernos reflejados en las situaciones que nos muestra, o en sus conversaciones.

Y es así como Master of None va un poquito más allá de ser una serie que vive a través de su mensaje (aunque para mí sea ese mensaje su punto fuerte, por encima de todo lo demás) y se convierte en una serie en la que los personajes ganan fuerza y son, ante todo, humanos. Por eso, el episodio en el que muestra la evolución de su relación a lo largo de un año es maravilloso, precisamente por lo corriente que es todo.

Entre todos los personajes, quizá la sorpresa sea Rachel, no por el personaje en sí, sino porque a muchos Noël Wells nos suena de su paso sin pena ni gloria por Saturday Night Live. Y, claro, muchos no esperábamos absolutamente nada de ella, y aquí está verdaderamente bien. Y está bien en un personaje que es interesante y entrañable; un personaje al que comprendemos enseguida, que nos resulta familiar de la mejor manera posible. Una familiaridad que trasladamos también a su relación con el protagonista.

De todos, Master of None es, sobre todo, una serie que se hace muy entretenida. Y una serie que, aunque igual no pida verse en maratón, se hace muy agradable para ver en pequeños bloques de dos o tres episodios. Vamos, la serie perfecta a la que darle una oportunidad ahora que la mayoría de las series se toman su descanso navideño.