Tal vez os lo estabais preguntando y sí, en el Reino también hay ministéricos. Por eso hemos seguido muy de cerca las últimas noticias sobre El Ministerio del Tiempo, aunque de momento sólo sabemos que TVE estrenará la segunda temporada en algún momento de 2016. No es mucho, así que entre que llega, hemos decidido en consenso que era hora de subsanar una de nuestras deudas históricas: coronar a Irene como Diosa. Realmente tiene tantas características de diosa que esto tenía que llegar tarde o temprano. Dilatarlo más en el tiempo no tendría sentido.
La primera vez que vemos a Irene, ya nos llega una ola de putoamismo tipo golpe de calor que pinta bien. ¿Que por qué? Porque va a reclutar a Amelia y le dice “sígueme” con un tono de molarlo todo, provocando que la audiencia ya esté follow the leader, leader desde los primeros minutos de serie. Después le explica por qué mujeres como ella merecen un lugar más relevante en la historia, se saca una petaca, la invita a un trago e incluso se la intenta llevar al huerto, pero no surge y no pasa nada, se hacen amiguitas. Una de las cosas más fantásticas de Irene es lo cómoda que está con su sexualidad, sin que ser lesbiana la defina más que ser rubia, por ejemplo. A lo largo de la serie, aprovecha sus viajes por el tiempo para ligar con mujeres porque con su entrada al Ministerio decidió que ya había pasado demasiados años de su vida siguiendo las órdenes de otros. ¡Toma empoderamiento femenino! Irene emana tanta confianza en sí misma que, claro, eso la hace atractiva y descubrimos que incluso Ava Gardner cayó en sus redes. ¡Agüita!
El tema interesante de Irene es que aunque parece un personaje en principio mucho más secundario que el trío protagonista, termina funcionando como impulsora de varias de las tramas más importantes de la serie, como la traición de Leiva o la revolución que quiere impulsar en el Ministerio. Es una mujer eficaz, inteligente y con un sentido del humor algo frío e irónico que resulta maravilloso. No muestra grandes emociones, pero se puede apreciar de fondo lo mucho que quiere a su BFF Ernesto, la amistad sincera que desarrolla con Julián o su relación casi de mentora con Amelia. La única vez que la vemos a punto de derrumbarse es cuando están a punto de matar a su mujer, Nuria; o cuando se da cuenta de las terribles condiciones en las que mantienen encerrado a Leiva. Irene es más del tipo pragmático, de las que saben que tienen que hacer en cada momento, de las que se saltan las normas del Ministerio si la situación lo requiere y también de las que se ponen en plan zafarrancho de combate en último caso (y yo todavía me sigo preguntando cómo se las arregló pata patear culos sobre esos taconazos).
Irene sobresale porque, además, no es un personaje que hayamos visto hasta ahora en la televisión española. Mujer independiente, segura de sí misma, seductora y con recursos. Es una Diosa del Reino, porque tiene una personalidad compleja, lleva las riendas de su vida y destaca con su presencia cada vez que sale en escena. Es un caramelo de personaje, pero no por ello habría que negar el buen papel de Cayetana Guillén Cuervo. La prueba de fuego está en que nos sigue cayendo bien después de conocer que le mete los cuernos a su mujer repetidamente porque “si es en el pasado, no cuenta”. Realmente no cuela, pero a Irene se lo perdonamos porque sus motivos son coherentes con el personaje. Así de interesante es.
A lo mejor es que pocos nos esperábamos a una mujer de este perfil en una serie española. La realidad es que nos ha sorprendido y estamos encantados de que haya llegado para quedarse. Ha terminado siendo una revolucionaria y queremos saber qué tejemanejes está preparando para la segunda temporada, desde las sombras, sin hacer ruido, haciendo lo que le sale del chirri y sin deber explicaciones a nadie. Porque si algo tenemos claro, es que Irene Larra is a boss ass bitch.
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