Si tienes Netflix y aún no has visto BoJack Horseman, el motivo se escapa de toda posible comprensión. Si has visto la serie, probablemente ya hayas devorado con ansia la cuarta temporada, con los ojos vidriosos y el corazón a cien. Pero, en el caso de que o bien aún no hayas visto la nueva temporada o bien aún no le hayas dado a la serie la oportunidad que se merece, aquí tienes varios motivos.

 

¿Otra serie más de animación para adultos, con humor ácido y bromas bestias? Bueno, sí y no. Si bien es cierto que BoJack Horseman tiene un humor cínico y maduro no apto para niños, como el de Archer o el de Padre de Familia, pronto nos damos cuenta de que la serie es mucho más que eso. La serie mezcla la comedia con el drama y la tragedia, lanzándonos de cabeza a un mundo profundo y desgarrador como pocos. La historia de una estrella televisiva de los 90 venida a menos, que intenta llenar su vacío interior con alcohol, drogas y cualquier pequeño destello de luz que le ayude a olvidar momentáneamente su terrible depresión crónica, es sólo la punta del iceberg de una historia compleja y llena de capas y más capas. El mundo humorístico y colorido en que animales de todo tipo se comportan como personas –y, a su vez, no– se contrapone al crudo retrato de la sociedad capitalista y a la bestia infernal de Hollywood –perdón… “Hollywoo”– que devora las esperanzas y las ganas de vivir de todo aquel que se atreva entrar en sus fauces. El dominio del metalenguaje y la burla a los estereotipos del cine y la televisión que vemos en BoJack es sólo equiparable a lo que Dan Harmon nos mostró en su día en Community.

 

El cabrón te hace reír y llorar a partes iguales.

 

¿Qué tiene de especial la cuarta temporada? El tono de esta serie siempre ha sido el de un humor cínico y autodestructivo, cargado de un pesimismo extremo que nos ayuda a meternos en la piel de una persona con una depresión galopante –sin intención de hacer un chiste– y nos mete en una montaña rusa de emociones que, incluso cuando parece ir un poquito para arriba, siempre acaba yendo para abajo. Odiamos a BoJack por ser tan capullo y, a la vez, lo amamos y queremos abrazarlo y decirle que todo va a ir bien. Pero, en esta cuarta temporada, por primera vez en cuatro años empezamos a ver un rayito de cálido optimismo que se abre paso y que le hacía muchísima falta tanto al protagonista como a nosotros, los espectadores. No significa que la serie se vuelva alegre y festiva, pero sí se agradece que se alivie un poquito la tragedia habitual y nos haga sonreír. Seamos sinceros: si no derramaste ni tan siquiera una pequeña lágrima con la escena de los caballos al final de la tercera temporada, es que no tienes corazón –probablemente te gustaron las precuelas de Star Wars y tu personaje favorito de Doctor Who fue Danny Pink-. Y, si esa escena te emocionó, en la cuarta temporada vas a encontrar unas cuántas similares que te llegarán al alma.

 

Wild, wild horses…

 

Ya sólo la escena de apertura con BoJack atravesando el desierto en coche mientras suena la mítica “A horse with no name” de America –pero encima versionada por Michelle Branch, que es incluso mejor– es de poner los pelos de punta. Toda la trama de Hollyhocksi la has visto, te reto a decir de memoria su apellido, es más difícil aún que memorizarse lo que significan las siglas de S.H.I.E.L.D.– es sencillamente preciosa y el personaje te cautiva sin posibilidad de evitarlo. Especial mención a algunos de los momentos álgidos de la temporada: Como momento cómico supremo, tenemos el capítulo especial protagonizado por ToddAaron Paul, de Breaking Bad-, que es un hartón de reír del primer al último minuto. Como momento tierno, el capítulo mudo en el que BoJack tiene que hacerse cargo de un bebé en el fondo del mar –que es, además, una muestra de maestría en su realización-. Y, como momento dramático, tenemos el escalofriante capítulo en el que se nos narra la historia de la madre de BoJackuna anciana con alzheimer, no lo olvidemos– a través de sus recuerdos desordenados, inconexos y plagados de detalles –personajes sin cara o con un borrón que la tapa– que pone la piel de gallina y nos angustia hasta lo indecible. Hay otros giros dramáticos de los que no hablaré aquí para no hacer demasiados spoilers, pero que sin duda te hacen gritar delante de la pantalla, a veces de puro horror, a veces de pura emoción.

 

La angustia que provoca este capítulo no se puede expresar con palabras.

 

Los personajes siguen creciendo y mejorando. Que un personaje que al principio parecía estúpido, anodino e insoportable como es Mister Peanutbutter acabe siendo adorable, genial y uno de los más queridos por el público es prueba suficiente de la admirable caracterización llevada a cabo por los guionistas. Sigue creciendo día a día el personaje de Diane Nguyen –Alison Brie, la estrella de Community o Glow-, obviamente el propio BoJack y, probablemente, los dos que más crecen y mejoran a lo largo de la serie son Todd –con sus problemas sexuales, su extremada locura infantil que tapa a duras penas una personalidad triste a la sombra de BoJack– y sobre todo Princess Carolyn, la agente de actores que siempre cae de pie, sin duda el mejor personaje de la serie.

 

Te queremos, Princess Carolyn.

 

Después de todo esto, simplemente me queda añadir: Si no has visto aún la cuarta temporada de BoJack Horseman, ya estás tardando. ¡Vuela! O, como diría Mister Peanutbutter… “Doggie doggie what now?