Hace ya unos cuantos años que Project Runway es uno de mis realities de cabecera. Me he visto todas las temporadas, no solo las catorce del programa original, sino también las de su versión all-star. He ido viendo todos los cambios que han ido introduciéndose, y lo he visto evolucionar, para bien o para mal, hasta lo que es ahora. Y aunque no creo que sorprenda a nadie diciendo que el reality no se encontraba en estos últimos años en sus mejores momentos, seguía siendo uno de los grandes. Sí, es cierto que el hecho de alargar los episodios hasta alcanzar los sesenta minutos, muchas veces para rellenar varios de ellos con el product placement más surrealista imaginable (no, en serio, en no recuerdo qué temporada estaban fritos por que comprásemos un determinado frigorífico), no le hace ningún favor al ritmo de los episodios. Y también es cierto que ese cada vez mayor interés por pruebas aceleradas con presupuesto mínimo, crea exactamente el tipo de drama menos interesante que nos ha dado jamás este reality. Pero, a pesar de todo, el formato seguía funcionando, y la mayor o menor creatividad de sus concursantes (que no necesariamente de las pruebas), ha seguido haciendo que mereciera la pena.
Esto es, hasta esta temporada, cuando finalmente ha cruzado una línea que hace que sea muy complicado mantenerlo en la lista de los imprescindibles. He tenido mis quejas sobre muchas otras temporadas, que quede claro, pero al final siempre han sido cosas puntuales. Nada a la altura de lo que ha sido este despropósito de temporada en su conjunto. Una temporada en la que el titular final, la historia forjada y forzada completamente en producción y muy pocas ganas de hacer las cosas bien han resultado en un desastre absoluto por el que resulta muy difícil no indignarse.
Como supongo que algunos sabréis, el titular al que me refiero viene de la colección y diseñadora que ha ganado esta última temporada, que terminó este mes. El programa, por primera vez en catorce temporadas, premió una colección ideada para tallas grandes, y presentada en la New York Fashion Week con modelos de tallas grandes. Hasta ahí todo bien, ¿verdad? Muy loable, muy 2015 y muy absolutamente aceptable. Eso es, si colección y diseñadora realmente hubieran sido merecedoras de ese primer puesto, y no probablemente una de las peores (si no la peor) colección que ha pasado jamás por el programa.
Y ojo, no soy lo suficientemente ingenua como para exigir que Project Runway se ajuste siempre a la competición pura y dura, a un sistema de meritocracia absoluta. Esto es un reality y hay muchos factores en juego. Y a estas alturas de la película, un primer premio a una colección de tallas grandes es un objetivo que el programa debería haber conseguido hace ya bastante tiempo. ¿Que querían manejar un poco la historia hacia ese punto? Pues podría considerarse más o menos aceptable, igual que la han dirigido hacia favorecer a ciertos concursantes por encima de otros en el pasado, sin otra razón detrás que la historia que quisieran darle. Pero esto no se puede hacer sin una base sólida. No se puede premiar algo visiblemente mediocre, especialmente cuando el contexto no soporta ese premio a esa mediocridad absoluta.
Pero especialmente no cuando se junta con un montaje tremendamente vago, donde ni ellos mismos tenían el más mínimo interés en esforzarse por crear realmente la ilusión de eso que nos intentaban vender. Aparte de pintar a Ashley, la ganadora de la edición, como una víctima constante de abusos inexistentes del resto de compañeros, no han hecho nada más. No han conseguido mostrarla de forma visible por encima de la media de la edición, sino de hecho todo lo contrario. Y es justamente el hecho de que fueran completamente incapaces de crear la ilusión de que era realmente la mejor del grupo lo que lo hace, al final, tan tremendamente indignante.
Eso, por supuesto, sin entrar en la mayor víctima de todo este asunto, aparte de todos nosotros, quiero decir. Porque nosotros hemos sido víctimas, que quede claro, al tomarnos el programa por estúpidos. No, me refiero al caso de Swapnil, que si bien puede o no ser discutible que fuera claramente el que había demostrado mayor talento y visión mientras estuvo en el programa, no creo que nadie pueda discutir el hecho de que se mereciera claramente haberse colocado en la final. En cambio, el programa lo eliminó prácticamente hacia mitad de la temporada, en unas circunstancias de lo más cuestionables.
Y es que de la noche a la mañana lo intentaron convertir en una especie de “villano” según los estándares de integridad del programa en general y de Tim Gunn en particular (a Tim, por cierto, volveré en un momento, porque es él justamente parte del problema). Después de semana sí y semana también colocándose de forma merecida en el Top 3 pero nunca, por razones tremendamente merecedoras de rolleyes varios, ganando, se sacaron de la manga su vagueza y falta de interés por esforzarse y, por tanto, su falta de respeto hacia el programa. Bitch, please. Hay tantos aspectos que criticar de todo este asunto que daría para escribir un libro, pero intentaré ser breve. En primer lugar, en una competición que trata de premiar el mejor diseño, la motivación y esfuerzo (o falta de ellos) de un diseñador no debería ser tenida en cuenta cuando el resultado sigue siendo bueno. Es decir, si Swapnil al 50% sigue diseñando cosas mucho mejores que el resto al 120%, se le puede llamar la atención, pero no se le puede directamente castigar por ello. Pero es que eso es únicamente si tomamos la versión del programa como la versión real y no algo que habría que coger un poco con cuidado y muchas pinzas.
Ese cambio repentino en la forma de hacernos ver la actitud de Swapnil resulta, como poco, digna de desconfianza, igual que lo es cualquier cambio repentino en la edición de un programa cualquiera. Pero aun en el caso de que de verdad Swapnil hubiera estado trabajando al 50%, esto no ocurrió en una burbuja, sino en un ambiente directamente creado por el propio programa. Cuando el programa directamente estaba siendo muy claro en su favorecer a Ashley, ¿de qué sirve esforzarse? Cuando hagas lo que hagas se te va a seguir criticando lo mismo, ¿de qué sirve esforzarse? Sinceramente, puesta en la situación de Swapnil, yo habría hecho lo mismo, o directamente los habría mandado a todos a paseo. Algo que, por cierto, deberían haber hecho también todos los demás.
Y cuando Tim Gunn se dedica, tanto en el programa como fuera de él, a criticar esas actitudes, sinceramente entran ganas de coger una motosierra, ese es el nivel de indignación. Porque no vale que Tim critique cuando él mismo ha participado en la creación de este ambiente. Y no vale que Tim ande hablando de la integridad del programa cuando la suya propia queda en entredicho constantemente en este. Y llevo ya unas cuantas temporadas un tanto desencantada con Tim, justamente desde que empezó a participar en las críticas de los jueces. Esa imagen tan positiva que había conseguido crear el programa queda completamente anulada cuando en estas críticas no tiene el más mínimo problema en aceptar parte de la responsabilidad en resultados positivos, pero lanza al diseñador de turno a los leones cuando sus propios consejos lo han llevado a un mal resultado. Esta temporada simplemente ha sido la gota que ha colmado el vaso, y mi paciencia con él se ha agotado.
No soy de indignarme fácilmente con mis realities, sé lo que estoy viendo, sé lo que hay. Pero esta temporada de Project Runway es indefendible. Y más indefendible es que se venda como una victoria para las “big girls” (me niego a usar el término “real women”, que tanto les encanta, como si unas mujeres fueran de verdad y las otras de plástico), cuando justamente es todo lo contrario.
1 Comentario