Cada vez que a alguien le da por hablar de las comedias familiares de la ABC, la que le viene automáticamente a la cabeza a todo el mundo es Modern Family. Lo que significa que el resto acaban pasando bastante desapercibidas, y ninguna lo es más injustamente que The Middle. Una serie que, por cierto y en mi humilde opinión, supera en muchas cosas a Modern Family, apañándoselas siempre para resultar entrañable y divertida a partes iguales, sin tener que sacrificar naturalidad ni volverse demasiado artificial.

Como es normal en este tipo de series, los personajes de The Middle tienen chistes incorporados que funcionan muy bien, que forman parte de ellos mismos y que al repetirlos una y otra vez siguen siendo divertidos. Porque es quienes son. Así, las rarezas de Brick, el pasotismo de Axl, el optimismo de Sue, la aversión hacia los sentimientos de Mike y las buenas-pero-siempre-a-medias intenciones de Frankie, se las apañan para hacernos reír. Para divertirnos de una forma que resulta tremendamente familiar y real. Y el desastre tan normal de familia que son los Heck es algo que con el paso del tiempo ha sabido aportar más cosas que muchas otras series del mismo estilo.

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Todos somos los hermanos Heck

Lo mejor de The Middle, de todos modos, no es eso. De hecho, lo mejor de The Middle es algo de lo que nadie podía ser consciente cuando comenzó. Es algo de lo que nos hemos hecho conscientes de golpe ahora que ya llevan tiempo con nosotros. Y es que la serie protagonizada por los Heck ha hecho maravillosamente algo que muy pocas pueden permitirse: ha crecido. Ha crecido estupendamente y nosotros hemos crecido con ella.

Esto es algo que solo pueden permitirse aquellas series que han logrado aguantar varias temporadas en antena. Y que, de hecho, ni siquiera todas las que llevan años con nosotros consiguen. The Middle, en cambio, se las ha apañado para estar con nosotros durante años, quizá pasando un poco desapercibida pero siendo al mismo tiempo una constante fundamental. Y de repente nos hemos dado cuenta de todo el cariño que les hemos acabado cogiendo a los Heck, y de lo mucho que han cambiado y de lo mucho que siguen siendo los mismos.

Algo que se ve estupendamente en la edad de los hijos. Los hijos están a punto de irse de casa, los que no se han ido. Los hijos han crecido. Y la propia serie lo aprovecha y así se marca unos momentos que resultan a la vez entrañables y un poco tristes y melancólicos, de una manera que solo una comedia que entiende tan bien a sus personajes podría permitirse.

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Los dramas y dudas existenciales de Axl nos dan la vida

Muestra de ello ha sido muchas veces Axl. El que empezó como un adolescente descerebrado y vago, está dejando de ser adolescente, está creciendo. Y si ya funcionó estupendamente en la escena de Cat’s in the Cradle con él y Brick, ahora aún más. Porque esta temporada especialmente lo estamos viendo entender (a veces y poco a poco) que tiene que madurar, sin perder en ningún momento la esencia del personaje, claro. Y hemos visto a Axl sabiendo que no sabía qué hacer con su vida, y que iba siendo hora de empezar a saberlo. Siendo consciente de ello como no lo había sido antes, y de una forma que todos podemos reconocer al instante como algo por lo que también nosotros hemos pasado y pasamos.

Es algo que vemos también con su relación con Mike, un Mike que se da cuenta de que sus hijos están empezando a ser adultos. Y un Axl que se da cuenta de lo que esto significa. Pero no es Axl el único que está creciendo. En una escena con Sue hace unas semanas, vimos cómo ha cambiado la relación de ellos dos, cómo han madurado sin dejar de ser los mismos hermanos de siempre.

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No existe personaje en todo el planeta más adorable que Sue Heck

La siempre positiva Sue, la que nunca pierde esa inocencia y esas ganas de todo. La que se ha llevado todos los batacazos del mundo sin dejar nunca que hicieran mella en ella, ha crecido también. Lo que nosotros podíamos ver antes como un optimismo casi excesivo e infantil, poco realista, se nos ha mostrado como mucho más que eso. Sue es perfectamente consciente de quién es, de sus circunstancias, de sus fallos. Es perfectamente consciente de las dificultades que pueden venir de la mano con ellos, no vive en una especie de realidad paralela de color rosa. Pero eso no significa que pierda su optimismo y su forma de afrontar todo siempre con una sonrisa en la boca. Es, simplemente, un optimismo más complejo que el optimismo infantil que parecía ser en un principio. Porque Sue no es una niña, Sue ha crecido. Y nos han dejado verlo y ha sido maravilloso.

Los que veáis The Middle entenderéis de qué hablo. No sé cuántas temporadas le quedarán a The Middle. No sé cuánto tiempo se quedará con nosotros. Pero lo que sé es que en el tiempo que hemos seguido con ella, poco a poco nos ha ido haciendo parte de esa familia. Y por eso ahora puede permitirse hablarnos como Hecks. Porque es tan nuestra como de ellos. Y por eso ahora podemos seguir riéndonos con sus chistes mientras la vemos con un toque melancólico y un deje entrañable que nunca va a perder. Porque The Middle es la misma, pero ha crecido. Y nosotros con ella.