Crazy ExGirlfriend ha sido toda una sorpresa. La comedia musical de la chica trastornada mentalmente que lo abandona todo por amor nos ha demostrado en sus 18 episodios de la primera temporada que no se trata de una serie más, sino que puede poner en evidencia al resto de musicales que hemos visto en televisión hasta ahora. Y estoy aquí para explicaros por qué Crazy ExGirlfriend es mejor que Glee, Galavant y Smash juntas.

(La entrada puede contener algún ligero spoiler de la primera temporada, pero nada grave que pueda destrozar la experiencia de ver la serie. Los vídeos musicales sí pueden contener algún spoiler más importantes así que reprodúcelos bajo tu responsabilidad).

Porque las canciones están ligadas a emociones reales.

Obviamente se cuelan algunas canciones graciosamente estúpidas, pero en el 90% de los casos los temas salen realmente del corazón de los personajes, escenificando en sus videoclips particulares cómo se sienten (y de forma brutalmente honesta). Estas nunca van a sonar en Los 40 Principales porque no tienen esa connotación comercial, pero igual te desternillas de risa con ellas, o te dejan profundamente tocado emocionalmente.

Glee era una serie muy emotiva, pero cuando tienes que limitarte a interpretar las letras de canciones que ya existen no se transmite lo mismo que con unas canciones originales escritas y adaptadas perfectamente para el momento como sí ocurre en Crazy ExGirlfriend. Las canciones de Galavant también eran originales, pero estaban tan enfocadas en buscar el chiste y la parodia de los clichés en los cuentos medievales que no lograban conectar de forma emotiva con el espectador (aunque sí te sacaba unas buenas carcajadas).

Y en cuanto a Smash… joder, es que Smash era un desastre.

Es honesta

Crazy ExGirlfriend es honesta. Es brutalmente honesta. Es verdad que Rebeca tiene un trastorno mental, pero lo único que provoca ese trastorno mental es acentuar más un problema que tiene absolutamente toda la sociedad: no nos comportamos como realmente somos, sino que hacemos un esfuerzo gigante en ser y hacer lo que los demás esperan que seamos y hagamos, un esfuerzo gigante que además tenemos que ocultar porque reconocer que hacemos ese esfuerzo gigante es reconocer que no somos «normales» de forma natural.

Rebeca se deja llevar demasiado por sus emociones y eso provoca que no tome las mejores decisiones, pero en lugar de aceptar que toma decisiones cuestionables intenta engañar a los demás y a sí misma con argumentos que sí están socialmente aceptados. Rebeca es una chica que tras una conversación de un minuto totalmente vacía con un antiguo amor de verano, abandona una empleo envidiable en Nueva Work para mudarse a un pueblucho de la California interior para estar cerca de su ex. Y la primera canción que suena en la serie, «West Covina», es un intento de convencerse a sí misma de que ella no se ha mudado por este antiguo amor, porque eso sería de locos y ella no está loca. Incluso en la misma canción intenta convencerse a sí misma de que West Covina (el pueblucho al que se ha mudado) es un lugar maravilloso, algo que no corresponde con lo que estamos viendo en las imágenes. Y van pasando los episodios y sigue construyendo su cuartada socialmente aceptada a base de mentiras: «Me he mudado porque me hicieron una oferta con un sueldo que no podía rechazar» o «Me he mudado porque no podía con el estrés de Nueva York». Mentiras que acaba reforzando con más mentiras hasta que todo le explota en la cara.

«I’m a good person», «I Have Friends»… canciones en las que Rebecca intenta mostrar a los demás y a sí misma una realidad que no es real, generalmente con catastróficos resultados como también muestran las canciones «You Stupid Bitch» o «I’m the Villan in My Own Story». Las canciones representan el viaje emocional de los personajes, un viaje emocional muy honesto y muy cercano.

Y por eso creo que es honesta, porque en lugar de seguir defendiendo los clichés y estereotipos que hemos visto mil veces en las comedias románticas (y que los hemos visto tantas veces que ya nos los hemos creído), lo que hace es mostrarnos la realidad que hay detrás de esos clichés: no somos así, solo estamos esforzándonos por representar un personaje con el que la sociedad se siente cómodo.

Si tuviera que resumir el mensaje de la serie lo haría así: Nadie es perfecto y no debería pasar nada. Rebecca hace muchas gilipolleces, en su caso debido a un trastorno mental, pero el mundo está lleno de gente que hace gilipolleces igualmente teniendo una salud mental correcta (en la serie: Greg, Paula…). Rebecca no es perfecta, pero la serie nos invita a darnos cuenta de que nadie lo es. Dejemos de intentar hacer como si sí lo fuéramos.

Yo mismo he vivido esto con la serie. Han habido números musicales en los que he tenido que pausar el episodio para reflexionar y decir «esto me pasa a mí también y jamás se lo he dicho a nadie para no crean que estoy como una cabra». Otro gran punto para Crazy ExGirlfriend, aunque este sea a nivel personal: me ha ayudado a sentirme menos solo en determinados aspectos, en determinadas situaciones que yo creía que solo me pasaban a mí.

De nuevo, Glee intentaba ser emotiva pero tenía tantos frentes abiertos que nunca fue tan profunda, quedándose en un plano muy superficial. Galavant estaba demasiado ocupada en la comedia como para plantearse todo esto. Y Smash… es que Smash no había por donde cogerla.

Porque pretende romper tabues

Crazy ExGirlfriend no solo intenta mostrarnos las horribles consecuencias de intentar ir en contra de nosotros mismos para que el universo se sienta cómodo con nuestra existencia, sino que también pretende que nos sintamos menos incómodos con determinados tabúes sociales: normalizar la bisexualidad, no fomentar los estereotipos homosexuales, hablar de sexo de forma natural y explícita o la representación del cuerpo femenino. No es la primera serie que aborda estos temas, pero esto suma puntos.

Ahora es cuando me asaltarán los fans de Glee y me dirán que ninguna serie ha luchado tanto por la igualdad social como Glee. Y sí, Glee ha luchado mucho en esa guerra, pero en mi opinión lo ha hecho mal. El ejemplo que suelo poner en estos casos es el de Kurt. Glee nació en un momento delicado en el que no paraban de surgir casos de bullying a jóvenes homosexuales en los EEUU, y Ryan Murphy decidió usar su serie para concienciar a la sociedad americana de que eso estaba mal. Un 10 para ti, Ryan Murphy, de verdad, pero se te fue de las manos. Kurt y sus tramas acabaron acaparando un protagonismo innecesario e insostenible que se cargó la serie, e hizo que todo lo relacionado con Kurt acabara siendo insoportable. A veces tiene mucho más poder algo sencillo y sutil utilizado de forma recurrente, que pasarse de la ralla y agobiar.

En cuanto a Smash… Smash solo nos enseñó una cosa: Da igual que seas igual de Marylin, que cantes como Marylin y que seas la viva imagen de Marylin. Cogerán a Katherin McPhee para el papel de Marylin.

Porque encuentra un buen equilibrio entre drama y comedia

Desde Community no encontraba una comedia con la que poder soltar decenas de carcajadas antes de hundirme en la más profunda miseria cuando tocaban la palanca dramática adecuada.

Posiblemente aquí es donde Glee más fallaba. Sus trece primeros episodios sí fueron una gran comedia con mucha mala leche que llevaban a emocionarte con sus números musicales, pero luego se les fue la mano con el drama y no supieron encontrar ese equilibrio de nuevo. Galavant era una comedia pura y dura, y con Smash solo nos reíamos cuando no paraban de ponerse en ridículo.

Números musicales cuidados

El «problema» de Glee y de Galavant es que estaban muy limitados en cuanto a cómo y dónde se representaban los números musicales. Como las canciones sí entran en la diégesis de la historia (es decir, en lo que realmente ocurre en la escena, que no es fruto de la imaginación de nadie) los números acaban siendo muy similares (En Glee casi siempre cantaban en el aula, en el auditorio, en sus habitaciones…).

Sin embargo en Crazy ExGirlfriend Rebeca se imagina su vida como una sucesión de números musicales. Todo ocurre en su cabeza y esto permite echarle más imaginación a la puesta en escena de las canciones. Esto permite que cada canción sea algo completamente distinto aportando variedad.

Precisamente aquí es de donde menos me puedo quejar de Smash. La serie sobre el musical de Marylin sí jugaba con un contraste muy interesante de realidad – imaginación. Aunque así les salió la serie, lo único bueno eran las canciones.

Puede que no todo el mundo se sienta así. Puede que haya sido yo que por A o por B he conectado demasiado con los personajes de Crazy Exgirlfriend, pero esta serie es mucho más de lo que parece a simple vista. Crazy Exgirlfriend es divertida, es emocionante, es necesaria, y además te hace reflexionar. Cucemos los dedos para que la segunda temporada (ya confirmada) no baje el nivel.