Hay actores muy queridos que pueden permitirse vivir de las rentas y éxitos pasados. Y no importa lo bien o mal que luzcan en sus futuros trabajos, les tenemos un cariño especial y les perdonamos algunos tropiezos sólo porque una vez protagonizaron nuestra serie favorita.

Es el caso de los chicos de Friends, que no importa lo que hagan, yo siempre estaré allí para ellos. Y la lista es bastante extensa, tengo mucho amor para repartir, no creáis. Pero en las ultimas semanas me he dado cuenta de que ésta necesita una revisión urgente. El culpable ha sido Hugh Laurie, por siempre el cínico y genial doctor House, que venía de protagonizar la correcta El Infiltrado y que ahora estrenaba su nueva serie Chance en Hulu.

La trama gira en torno a Eldon Chance, un neuropsiquiatra consultor forense que se ve envuelto en un caso de corrupción policial tras tener una aventura amorosa con una paciente casada, Jaclyn (Gretchen Mol). La premisa no pintaba mal, un médico que cruza la línea con su paciente y que debe afrontar las consecuencias de sus actos, un marido desquiciado y un pasado bastante turbio.

Tratando de buscar lo positivo, lo mejor son los momentos donde Chance habla con voz en off de sus pacientes y la enfermedad psiquiatrica que padecen. Lo peor, es todo lo demás. Aquí van nuestras cinco razones para que NO perdáis el tiempo:

La lentitud

La historia se estanca en el segundo capítulo y no avanza. Chance pasa la mayor parte de la serie dando vueltas a su relación con Jaclyn y vigilando a su marido, sin que eso tenga mucho sentido. No se nos aclara si padece algun tipo de trastorno o si es que esa mujer lo vuelve loco. Pero para ser sinceros, llega un momento en que todo eso nos da igual, no entendemos nada de lo que hace y en realidad tampoco llega a importarnos demasiado.

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Los tópicos

Chance es divorciado y tiene una hija adolescente algo rebelde. Es bueno en su trabajo, pero le cuesta pagar sus facturas y por si no tuviera ya suficientes problemas, vigila al marido de su paciente por las noches. Y no, no llama a la policía cuando cree que realiza actos delictivos. En su lugar, contrata a un matón, que en realidad es un buen tipo con un pasado complicado, y que convenientemente le soluciona todos los asuntos ilegales que se le presentan. Menuda suerte, oiga.

Una trama que no va a ninguna parte

Es difícil encontrarle un sentido a la historia que nos quiere contar Chance. Demasiado tiempo esperando a que la historia tenga algún giro inesperado, algo que explique los vaivenes del protagonista o un nuevo personaje que tape los (abundantes) agujeros de guión. Pero nada de esto ocurre en los diez capítulos que dura la serie. Un ejemplo muy claro del despropósito es cuando pretenden resolver el enfrentamiento final entre Chance y Blackstone (el marido) con unas técnicas de combate filipino (ahí es nada) que aprende Chance dos minutillos antes del encuentro.

Hugh Laurie desubicado

Los años no pasan en balde y Hugh Laurie ya no es el magnético House de antaño. Y aunque este nuevo doctor no es el típico seductor, sí se nos presenta como un profesional maduro, que tiene su encanto y que es capaz de conseguir que su bella paciente se fije en él. Pero por más que lo intente, nuestro galán no acaba de dar la talla. De hecho, es un tipo que resulta gris y poco atractivo, bastante frustrante y que se pasa la serie tomando decisiones, a cual más estúpida.

Una mujer fatal muy básica

Y si a él no hay quien se lo crea, vamos con la supuesta mujer fatal de la historia. Tan irresistible es, que es capaz de llevar a los hombres a la locura. O eso nos dicen, porque en realidad es bastante irritante e insoportable. Es difícil seguir su historia, una mezcla de desdoblamiento de personalidad, malos tratos y prostitución. Además tiene cero química con Chance, aunque esto lo vamos a achacar a la insípida actuación de la actriz y también a lo absurdo de su historia.

En fin, un despropósito que podía haber salido bien gracias al carisma de su protagonista, pero que naufraga por todas partes. Y que demuestra que nuestros actores favoritos no son infalibles.