True Detective acaba de pasar el ecuador de la segunda temporada y ya se ha convertido en el hate-watching por excelencia del verano. Después de protagonizar uno de los mejores estrenos del año pasado, Rust y Marty, Lousiana y Carcosa han sido reemplazados por Ray y Ani (Colin Farrell y Rachel McAdams), Frank y Paul (Vince Vaughn y Taylor Kitsch), la ciudad inventada de Vinci y una larga lista de personajes corruptos que coinciden en torno a la construcción de un tren de alta velocidad para unir el norte y el sur del estado de California.
HBO se enfrentaba al reto de mantener la calidad de una serie que, a priori, parece haber tocado techo en su segunda temporada. Esta tanda de 8 nuevos capítulos es un borrón y cuenta nueva, pero las altas expectativas generadas han ido en su contra. Y con esto también juega su creador, Nic Pizzolatto, que sabe que True Detective no sería True Detective sin esos detalles y decisiones discutibles que generan miles de artículos al margen de su historia.
En Vinci volvemos a los personajes destrozados, con una psicología frágil y compleja, con luces y sombras, a los diálogos trascendentes, ciudades sin alma y toneladas de existencialismo. Ahora bien, sus pretensiones son demasiado elevadas, todo es hermético e intenso haciendo que ninguno de los personajes me quite el sueño.
La serie sigue mereciendo la pena, pero debería rebajar su profundidad para no hacer el ridículo. Aquí van algunas de mis reflexiones sobre lo visto hasta ahora:
– La cuestionable idea de presentar a todas las mujeres de la serie a través de sus preferencias y gustos sexuales. Tanto Ani, o Antígona, como su hermana Athena (nombres griegos con significado, porque True Detective es muy profunda SIEMPRE), la novia de Paul, e incluso la actriz que le ofrece al personaje de Taylor Kitsch un arreglo para evitar una multa.
– La cara de Kelly Reilly, todo el tiempo. Vale, lo pillamos, estás en una serie intensa, no nos digas más.
– Taylor Kitsch es el error más garrafal de casting de una serie este año. Y su homofobia, la trama más aburrida del mundo.
– Los diálogos de Frank. Si alguien entiende algo de lo que dice, que me escriba.
– La cabeza de pájaro es desde ya mi personaje favorito.
– Creo que no puede haber lugar más deprimente en el mundo para tomarse una cerveza que el bar de True Detective, ni cantante más triste (Lera Lynn). Estoy a favor de la canción de autor, pero un poco más de animación no vendría mal.
– Aunque Colin Farrell no se haya lavado el pelo todavía, eso no le convierte en Matthew McConaughey.
– El hijo pelirrojo de Ray Velcoro es el verdadero robaescenas de la serie. Sus incómodas escenas con ¿su padre? son de lo mejorcito hasta ahora. Y que levante la mano quien no haya intentado desesperadamente encontrar algún parecido entre ambos.
– El psiquiatra de Caspere se suma a la nómina de gente desagradable en True Detective. ¿Pero hay alguien en Vinci que pueda definirse como una persona «normal»? Con su trabajo normal, su aspecto normal, sus gustos normales… Vamos, NORMAL. Tanta rareza me agota.
– Finalmente, un gran aplauso para la cabecera de Leonard Cohen con Nevermind, que originalmente fue un poema publicado en 2005 en Leonard Cohen Files. Encaja a la perfección con el espíritu de la serie y os dejamos con ella.
Si queréis juzgar por vosotros mismos podéis seguir la segunda temporada de True Detective en Movistar +.
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